Page 320 - Vida y Obra de Toribio Rodriguez de Mendoza - Vol-1
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Volumen  1
                                                      Visita del Real Convictorio de San Carlos en 1815
                    Los he reconocido al fin prolijamente y no puede menos de asegu-
            rar a Vuestra Exelencia, que la exactitud y prudente discernimiento del Señor
            visitador en el plan de reforma que propone, no deja de desear para que un
            establecimento tan interesante pueda recuperar su antiguo esplendor, y llenar
            los fines de pública utilidad de su destino.
                    No tiene duda, que este Convictorio, o por una inconcebible negligen-
            cia de los que la han governado, o por las desgracias de estos tiempos, o por
            uno y otro, ha venido tal desorden, hubiera sido mejor cerrarlo, que conservar
            en el seno de esta ciudad, un plantel de donde se difunden las mas perniciosas
            máximas en lo moral y político.
                    Lo cierto es que ni la Religión ni el estado han ganado cosa alguna con
            su conservación, y que ni los Prelados ni Vuestra Exelencia podrán hechar
            mano de los educados en el para ponerlos a la frente de los destinos respecti-
            vos, y dependientes de sus autoridades, sin preceder las mas exquisitas averi-
            guaciones de su conducta que lleva en sí misma una prevención sobradamen-
            te justificada de vicios.
                    No es fácil comprender en que haya podido consistir el abandono que
            se encuentra, y resulta de la visita, en los ejercicios y prácticas de la Religión en
            este Convictorio; pues ni el deterioro de sus rentas ni las demás circunstancias
            a que se atribuye su decadencia, y ruina, pueden justificarlo, ni puede servir
            de excusa en una comunidad, lo que no la tiene, en la casa de un buen padre
            de familia, por pobre y miserable que sea, unos jóvenes que no oian misa, ni
            confesaban, ni comulgaban, ni tenían un corto rato de oración, ni rezaban el
            rosario o lo que es lo mismo con corta diferencia no ejercitaban estas prác-
            ticas religiosas, sino en muy rara vez, no podían a menos que correr a pasos
            gigantes a la corrupción de corazón, y recivir las impresiones mas venenosas,
            perdiendo el temor de Dios, que es el principio y cimiento de la verdadera
            sabiduría.
                    Y de este modo, como era posible que huviese subordinación, el orgu-
            llo, la independencia, la indocilidad, todo es consiguiente a un estado en que
            los jóvenes olvidados del estímulo de su conciencia, se ven como entregados a
            sí mismos, presa de quanto lisongea sus pasiones.
                    El uso de libros perniciosos y subersivos, era otro consiguiente de este
            abandono, y por desgracia se han hallado algunos de estos en el Convictorio,
            que aunque puestos con separación en una alacena de la Biblioteca, el des-
            cuido que se advierte y nota en todas las cosas de esta casa es de temer haya



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