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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de Toribio Rodríguez de Mendoza
            no hay salvación: una oracion en que se reconozcan los infinitos beneficios y
            gracias sobrenaturales que gozamos por él. También les suplico muy encare-
            cidamente, suplan como mas puedan las faltas que cometiéron los primeros
            predicadores del evangelio en estas regiones, porque no siguiéron el plan pro-
            puesto por nuestro Redentor y maestro Jesus: y el mismo que pusieron en obra
            los apóstoles y demas propagadores de la religión cristiana.
                    Por poco que se lean los evangélios, los hechos apostólicos, y el resto
            de la historia del establecimiento de la iglesia, se comprehenderá lo que aca-
            bo de decir. Jesucristo no insiste mucho sobre los preceptos del decálogo y
            del derecho natural, porque los judíos estaban suficientemente instruidos en
            ellos; pero se detiene, y casi no hace otra cosa que inculcar sobre los oficios
            de benevolencia y amor: porque la perfección de la ley evangélica no podia
            establecerse, ni hacerse santos y perfectos los hombres, sin la humanidad, be-
            nignidad, benevolencia recíproca y universal. Léanse los admirables capítulos
            5, 6 y 7 del evangelio de S. Mateo, donde está casi todo lo que compone la le-
            gislación de Jesucristo. Debia preceder la inexplicable belleza divina de su ley,
            para que ganado y bien dispuesto corazon, tuviesen despues su debido lugar
            los misterios y demas recónditas doctrinas. Tanta fué la precaución de nuestro
            Redentor en esta parte, que hasta no haber precedido suficiente instrucción
            sobre la parte práctica ó moral, no manifestó su celestial misión y origen di-
            vino. Por eso, quando descubrió en el monte á todas luces su divinidad á sus
            discípulos, les prescribió severamente el secreto. Con todo, estos mismos dis-
            cípulos que por tanto tiempo le siguiéron de cerca, y le oían con frecuencia, no
            llegaron á saberlo todo por su boca, y les decia: aun no sois capaces de todo:
            non potestis portare modo: y son remitidos al Espíritu Santo para recibir de él
            el complemento de la enseñanza. Este mismo método y orden practicaron los
            apóstoles y los obispos sus sucesores. Conocida es en la historia eclesiástica la
            disciplina del arcano, esa sabia economía con la qual se ocultaba como debaxo
            de un velo sagrado y misterioso lo que no convenia revelar sino á sus tiempos
            debidos. Largo seria referir todo lo que se ocultaba del conocimiento y vista,
            no solo de los gentiles, sino también de los catecúmenos: y estos, miéntras no
            estaban bien iniciados, no eran instruidos de los misterios y ritos.
                    ¿Qué hiciéron los primeros operarios que plantáron la religión cris-
            tiana en este nuevo mundo? Moral, misterios, ritos, ceremonias, todo lo pu-
            blicaron á un mismo tiempo. Se empeñáron en destruir la idolatría; pero con
            una mano derribaban los ídolos, y con la otra colocaban sobre los altares las



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