Page 158 - Vida y Obra de Toribio Rodriguez de Mendoza - Vol-1
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Volumen 1
Debate sobre la devoción del Corazón María Santísima
Por estas y otras razones piensa Muratori que no del parecer fuera de
propósito el deseo de quien solicitase una letanía dirigida á nuestro benéfico y
amabilísimo Jesús sacramentado y descubierto sobre su trono para bendecir á
su pueblo. El darla, dice toca al papa: convengo quando sea para el uso unifor-
me en toda la iglesia; pero también toca á los obispos en sus diócesis. Y si algún
dia la diesen ¿quién no bendeciría su paternal devocion hacia nuestro divino
Salvador? Devocion por cierto no solo útil, sino necesaria á todo cristiano.
Como veo que no solo se sacan ilusiones por error, sino también por
malignidad, no faltará quien caritativamente diga, esto es á lo devoto, que por
lo expuesto resulta ser superflua la invocación de los santos, y también perni-
ciosos; sin atender á que las observaciones propuestas solo se dirigen á cier-
tos casos: por exemplo, quando está descubierto el santísimo sacramento: al
tiempo de recibirle quando nos acercamos á su divina mesa; pero no en todas
ocasiones, pues entonces acaso se daría indicio ó mas bien habría desconfian-
za ó temor de acercarse, y ocurrir á un Dios que con tanta benignidad se nos
presenta, llama y requiere á que le pidamos sus dones y gracias en su propio
nombre. Todo tiene pues su tiempo y oportunidad. Vuelvo á decirlo: es muy
bueno y muy útil pedir á los santos, y en especial á la bienaventurada madre
de Dios, que presenten ante el trono del Altísimo nuestras oraciones unidas á
las suyas; pero también debo decir que lo útil no sea lo que más [ilegible] se,
sino que lo necesario abunde y sobresalga. Y quando los párrocos, confesores
y predicadores recomienden y exhorten la devocion de María santísima, dis-
tingan muy cuidadosamente los esenciales deberes de la piedad, y los actos de
devocion voluntaria: y advertir al rudo pueblo que quando venere á la Virgen
y á los santos, rectifiquen su intención conformándola á la intención de la igle-
sia, para no sobrepasar los límites prescriptos por ella; pues de lo contrario la
misma Virgen condenará qualquier exceso. Nuestro obsequio, decia un sabio
abad, á la reyna nuestra señora María santísima, nos ha de conducir a venerar-
la, pero no á adularla.
Aquí me abstengo de continuar con otras reflexiones. Los pastores ex-
pondrán estas y quantas sean conducentes á este propósito, y les ruego como
que son los evangelistas de la ley, detengan su atención sobre la diaria, pero
imperfecta práctica instrucción dada á los niños, á quienes se les enseña á re-
zar el Padre nuestro, Credo, Ave María, y la salve. Todo está bueno, pero docta
y piadosamente extraña Muratori que no se les enseñe una oracion dedicada
á Jesucristo, á este benéfico Señor que tiene las llaves del parayso, y sin el qual
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