Page 88 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Volumen 1
Prólogo a la primera edición
personajes, el pueblo y el gremio eclesiástico criollo y mestizo, se levantó con-
tra los chapetones.
En la Relación se consignan, día a día, los acaecimientos de la revo-
lución desde sus inicios. Relata que la ciudad amanecía llena de pasquines
sediciosos y menudeaban los grupos de conspiradores, sin que las autoridades
dictaran las medidas que aconsejaba la prudencia y abandonando la ciudad
con el resto de los vecinos europeos. Describe el «horror» de los saqueos y
todo el proceso de la insurrección. Reiteradamente habla de las «partidas»
de indios y de la táctica que empleaban escogiendo los puntos más altos de la
ciudad para arrojar las galgas y evitando la lucha en terreno llano porque allí
habría sido «cierta su ruina».
Son importantes los juicios del cura de Huariaca sobre la Junta Re-
volucionaria de Huánuco. Menciona el oficio dirigido al Virrey por los curas
que la integraron, entre ellos el P. Villavicencio, en que le comunicaban que
se erigiría una Junta de Gobierno «sujeta a la autoridad virreinalicia» y, coin-
cidiendo con González de Prada, expresa: «El tiempo dirá lo que son éstos y
otros de Huánuco, que no me han engañado jamás, a pesar de que han enga-
ñado a todo el mundo». A lo largo de sus cartas continúa refiriéndose a esa
«Junta criminal», compuesta en su mayoría de clérigos y frailes, que contaba
con los indios y con otras Provincias y que trataba de intimidar al Intendente;
e insiste en que «si no se quitaron la máscara pronto, fue porque no tenían aún
todos los socorros que pensaron tener con Huamalíes y los pueblos inmedia-
tos a quienes no dió tiempo la llegada de la tropa». Aduce, además, que los
miembros de la Junta trataron de seducir a las mismas tropas de Tarma por
medio de pasquines en los cuarteles para que volviesen sus armas contra los
europeos, «pues no era guerra entre paisanos»; y aún la víspera de la batalla de
Ambo tiraban cartas con las hondas, invitando a la tropa a partir con ellos el
botín obtenido en los saqueos.
El cura español Jado, con la evidente finalidad de imputar al clero crio-
llo y mestizo el rol más decisivo en el movimiento revolucionario de 1812,
menosprecia la actuación de los caudillos que lo comandaron y, en contra-
dicción con su propio relato de los sucesos, sostiene que en toda la Provincia
«no podrían juntarse 10 armas de fuego». Según él en Huánuco «no había
una sola cabeza capaz de gobernar» y mucho menos en Huamalíes «donde las
gentes son muy miserables». Califica a Crespo y Castillo de «viejo idiota hasta
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