Page 55 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Huánuco de 1812
            lucha. Figura entre estos mensajeros el titulado Comandante de indios, D. José
            Rodríguez, del pueblo de Chalhuacocha, de gran ascendiente en las masas
            nativas, que estuvo la víspera del estallido insurgente en los pueblos de los tres
            Partidos, llevando papeles de incitante contenido contra los europeos. Anto-
            nio Espinoza, el limeño, en realidad cuarterón de mulato libre, casado con una
            huanuqueña y encarnizado enemigo de los blancos, aparece nuevamente en
            estos autos, efectuando iguales recorridos y propagando que «de limosna de-
            bían estar ya muertos los chapetones». La difusión de estas noticias era tal que
            el propio Virrey Abascal, en carta del 5 de Marzo de 1812, se dirige a González
            de Prada, comunicándole que «ocho días antes de haber acontecido el asalto de
            Huánuco por los tumultuarios se había ya conocido en Lima, lo que persuade
            haber en esta capital algunos malévolos cómplices en tan enorme crimen».
                    Se comprueba en estos autos que corría por los pueblos la noticia de
            la venida de Castelli, verdadero pendón, esgrimido por los jefes insurrectos,
            entre ellos el propio Juan José Crespo y Castillo, los cuales se titulaban capita-
            nes del caudillo bonaerense y afirmaban que mantenían frecuente correspon-
            dencia con él, no siendo ajenos al tema los religiosos que utilizaban el mismo
            argumento subversivo. De los testimonios fluyen las más vagarosas versiones
            sobre la anhelada llegada de Castelli. Se afirmaba que ya estaba en el Cuz-
            co, ó se pretendía que venía a Huánuco por los fragosos y lontanos caminos
            de Maynas. Según parece desprenderse de los testimonios, Crespo y Castillo
            convocaba a los pueblos anunciándoles la peregrina noticia de la muerte de
            Fernando VII, la unión de Castelli con Goyoneche, y que él había asumido el
            Generalato de las siete Provincias de la Intendencia.
                    El vernacular tema del Incazgo surge con reiteración en estos actua-
            dos. El «cholo» José Contreras, principal del pueblo de Acomayo, propagaba
            que se iba a coronar y, por otra parte un José Encarnación Ortiz y Quiñones
            aparece como «José el Inga». Aún a través de la seca prosa curialesca, restaña
            el anhelo alucinante de la indiana por la restauración del Incazgo. Se pregona
            como la más eficaz tea de rebelión la venida de ese «Rey Inca» que extinguiría
            los tributos y al cual le prestarían acatamiento indios y mestizos. José Mirabal,
            uno de los insurgentes huanuqueños, revela que la intención de los indios era
            hacer su población en Huánuco, terminar con los blancos y coronar Rey a uno
            de su parcialidad.
                    En la invasión de la ciudad de Huánuco, se revela una organización
            ajena a los propios indios. Los pueblos, en perfecto pie de guerra, ingresan por



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