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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            deberes de ese Ministerio, y el remordimiento que la naturaleza tiene por Ver-
            dugo cruel de quien la ultraja, la desprecia, y ofende, vienen a mi socorro, y me
            dedico a un despacho pronto que aumente la utilidad del castigo, impidiendo
            se debilite en la demora la primera indignación que acaloró el delito, y causó
            el delincuente.
                    Tal es el uso que he hecho de mis conocimientos para el bien del Es-
            tado. Mas la academia no tiene en ocio a un miembro que tanto ha trabajado
            para proporcionarse a complacerla. Ella me coloca en la cátedra de las Institu-
            ciones; me destina a la de Vísperas de Leyes, la justificada providencia de un
            gobernador,  cuyo nombre si no puede pronunciarse sin ternura, tampoco
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            podrá olvidarse sin ofensa, y la misma escuela en el segundo cuadrienio en
            que me hallo, confirma por su libre elección ese nombramiento. Yo lo des-
            empeño; dicto, enseño, presido, y replico no sólo cuando mi vez me necesita
            a la actuación, sino siempre que la escuela me emplea, sea por embarazos de
            otros maestros, sea por hacer esta especie de halago a mi inclinación, o porque
            quiso multiplicar mis servicios para que en poco tiempo acumulase un reco-
            mendable mérito, o porque acaso se agrada, y complace en oir mi raciocinio,
            y pensamientos.
                    Y ¿no podré decirle a la academia, como Horacio a Mecenas: magnum
            hoc duco, quod placui tibí? ¿Presentaré por prueba que atraída de los ecos de
            mi voz, se sirve de ella para descubrir los respetuosos sentimientos que la ocu-
            pan en el magnífico recibimiento, que consagra a uno de sus muy esclarecidos
            vicepatronos? No: la reflexión modesta desaprueba ese altivo modo de pro-
            ducirse; pero ella misma me alienta a no borrar de mi espíritu la memoria del
            honor, con que me distinguió la academia entre tantos sabios que formaban
            su cuerpo. El se aumenta por las pruebas que da de tenerme por su jefe. Fija
            mi reconocimiento ese crecido número de votos que me sufraga el genio no
            subyugado, y el afectuoso deseo.
                    Corramos el velo sobre la espantosa imagen de esa terrible escena, en
            que inhumanamente se censura, y critica mi manejo con otras varias e infun-
            dadas invectivas. Por más que la inocencia tenga en su socorro a la elocuencia,
            no borrará de un golpe las fuertes impresiones, con que la calumnia la invade,
            y la acomete. Si la estimación que goza el hombre es esa vida preciosa, que se
            apoya en la imaginación de sus iguales, formar su apología es conocer el riego

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            11. El Excmo. Señor Marqués de Guirior.


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