Page 133 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
[30] ¡Rara valentía de ánimo! ¡Y cómo se conoce que el orador es uno
de aquellos espíritus fuertes, a quienes no contiene el respeto de las más re-
comendables leyes y que hacen como gala de forzar las más sagradas barreras
de la pública autoridad! Lo cierto es que su preocupación, efecto propio del
libertinaje que hoy se disfraza con aquel bello nombre, lo conduce y precipita
hasta el abismo del menosprecio de su misma profesión.
[31] ¿Qué? ¿un fiscal protector de la primera Real Audiencia de estos
reinos, y un catedrático de leyes de su más acreditada Universidad, títulos con
que se condecora su mérito en el frontispicio del panegírico, hace valer una
ley de la China, obra del despotismo y de una autoridad imperiosa que, recon-
centrada en las espesas tinieblas de su gentilidad, no reconoce otros principios
que los caprichos de su voluntad? ¿Una ley, digo, que autoriza el despojo de un
ministro público sin examen de la culpa que se le imputa, y que, aún después
de calificada su inocencia, lo deja privado de la dignidad de que tan violenta-
mente fué despojado? ¿Y aquellas leyes naturales y divinas que, para poner a
cubierto la inocencia, defienden el castigo del más criminoso reo sin su previa
audiencia y convicción, aquéllas positivas que, después de los romanos, adop-
taron las naciones más civilizadas, y que los códigos de nuestra legislación
recomiendan como las fundamentales de la administración de justicia: quiero
decir, aquellas leyes que, para cohibir por su abominabilidad todo despojo
violento, prescriben la pronta restitución del despojado aun desde antes de
calificarse inocente y de que se haga manifiesta su justicia y su derecho?
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[32] Todas éstas, dirá el espíritu fuerte de nuestro catedrático, son con-
secuencias mal deducidas del derecho natural que confundió el pretendido
derecho divino, y son unas escrupulosas y vanas sutilezas del derecho romano
que adoptaron, sin discernimiento, las naciones europeas. A todas debe, al fin,
prevalecer la ley de la más que todas ilustrada China, y en su consecuencia, al
ministro que sin culpa llegó a desagradar al pueblo, se le debe tratar, por más
iluminado que sea, como un director ignorante que priva al padre del amor de
sus hijos. Semejantes principios son más dignos de compadecerse que de im-
pugnarse y, por tanto, en lugar de perder más tiempo en su refutación, quiero
dar una breve idea de la iniquidad y malicia de aquella imputación.
[33] El amor a los vasallos en los príncipes soberanos es la propiedad
más característica de su justa soberanía, pues por ella, y no por su poder, se
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8. Parecería que Maciel hubiese presentido su propia suerte [Nota del Editor de la primera
edición].
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