Page 129 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
[20] Ciertamente, el panegírico, principalmente en su segunda parte,
abunda de rasgos tan mordazmente satíricos que sólo en este punto ninguno
ha dudado de la intención de su autor. Todo el mundo, al primer golpe de ojo,
reconoció el blanco a que se asestaban tan sangrientos tiros, y sólo el pane-
girista que vinculaba su mayor gloria en que todos los entendiesen, pareció
desconfiar del suceso, cuando estampó en los márgenes del impreso su más
cabal esclarecimiento.
[21] Como quiera que sea, nada es más constante que aquel ilustrísi-
mo y excelentísimo ministro que en el gobierno de este Nuevo Mundo des-
empeña la confianza del más benéfico monarca, es el objeto sobre que se des-
cargan, osadamente, los más furiosos golpes de la maledicencia. El cuadro
que se le traza es el más espantoso, y sólo propio de un verdadero misántropo.
Se le representa un corazón poseído del odio más implacable contra toda la
nación americana que quiere hacer abominable a su más amado soberano. Su
aplicación a hacer felices estos pueblos se transforma en un declarado empe-
ño de arruinarlos, y los medios y arbitrios más oportunos de que reporten las
utilidades de su suelo se convierten en engañosos pretextos de la tiranía que
los oprime. Su tarea, que apenas la puede sostener la fuerza de su celo y de su
vasta comprensión, no tiene otra mira que la de una extraordinaria repetición
de órdenes y decretos vacilantes todos entre las desigualdades y precipicios
de su escabrosa base, y sólo capaces de fomentar el descontento; y su gabinete
es como el centro del orgullo de donde se tiran las líneas hacia la miseria y
desesperación del súbdito, para exigir de ella los generosos esfuerzos de su
obediencia, los tristes dones de su pobreza y los últimos socorros de su celo.
[22] Tal es la pintura con que se retrata el genio más amable, aquél
cuya humanidad hace las delicias de la sociedad, y que sólo trabaja en el acre-
centamiento del Real Erario, por hacer más fecunda, con el vasallo, la genero-
sidad de su monarca. Y verdaderamente, que si sólo un espíritu, el más osado,
pudo animar tan odiosos rasgos, es necesario un corazón, el más insensible,
para no gemir a la vista de tan monstruoso retrato. Todo español, penetrado
del amor de su soberano, debe resentirse por extremo, cuando considere que
los bastardos colores con que se representa su más fiel ministro, resaltan y
trascienden a su misma Real persona, según aquella máxima del Espíritu San-
to: Secundum judicem populi, sic et ministri ejus. El americano debe temblar,
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viendo que su hemisferio ha sido capaz de abortar un Briareo que levanta su
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erguida frente contra el Olimpo y solio de su siempre respetado Júpiter. ¿Y qué
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