Page 124 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
mérito sobre todas las partes que la organizan, me arrojaría, sin duda, en un
extremo embarazoso, del que no sé si me sacaría, con felicidad, todo el deseo
que tengo de conplacerle .
[4] A la verdad, cuando yo, animado de tan eficaz estímulo, arrostrara
intrépido, al fantasma que se atraviesa en los umbrales mismos de la empresa,
quiero decir aquel contraste demasiado fuerte en que se combaten los aplau-
sos de los unos y los vituperios de los otros ¿cómo podría no arredrarme el
vastísimo campo que se me presentaba a la vista y debía recorrer desde un ex-
tremo al otro, para no exponer mi censura al juicio de un siglo tan ilustrado?
[5] Un panegírico perfecto es, en mi concepto, un Fénix que ninguno
ha visto, por más que muchos, describiendo con exactitud sus propiedades, lo
hayan querido hacer visible. Es aquel intrincado laberinto donde todos entran
incautamente, sin que hasta ahora haya encontrado alguno el hilo que lo saque
libre del mordaz monstruo de la crítica. Y es, para decirlo sin figura, la obra
jefe de la arte oratoria, de aquella arte en donde no basta la fiel observancia de
sus preceptos, porque casi siempre es necesario salir de regla y dejarse arreba-
tar del fuego de la imaginación, para que no sea un esqueleto su oración; arte,
en fin, que necesita del auxilio de todas las ciencias, sin cuyo conocimiento la
expresión, por necesidad extraña o confusa, inficionará todo su cuerpo y le
hará perder del principal agrado de su belleza.
[6] Tal es la obra de un panegírico, cuya natural arduidad se releva,
sobremanera, con la presencia del héroe que se aplaude. ¡Oh! y qué difícil
es que, empeñado el orador en captarse, por medio de su elogio, el favor de
quien tiene por delante, no prostituya al vicio el incienso que debía ofrecer
a la virtud, y que en el carro que erige a su gloria, no entronice la impiedad,
arrastrando como despojos de sus triunfos los violados derechos de la justi-
cia y humanidad. Por eso, sin duda, el Espíritu Santo defendió los elogios a
presencia del mismo elogiado: No alabes, dice, al varón en su misma cara, ni
rindas tus alabanzas a hombre alguno antes de su muerte, porque es muy fácil
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que se deslice la adulación y que la verdad, que sólo es digna del aplauso, gima
bajo del peso de su opresión.
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1. Eclesiastici, cap. XI, v. 2° y 30. En realidad, estas dos citas no tienen el sentido que Maciel
les supone. El versículo 2° «Non laudes virum in specie sua», lo traduce Scío así: «No alabes al
hombre por su bello aspecto». El versículo 30° «Ante mortem ne laudes hominem», está bien
traducido, pero el objeto de la recomendación es otro del que supone Maciel, pues prosigue:
«porque el hombre es conocido por sus hijos». (Felipe Scío de San Miguel. La Sagrada Biblia,
traducida al español de la Vulgata Latina etc., Barcelona, 1878, t. III, p. 637 y 639). [Nota del
Editor de la primera edición].
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