Page 126 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
P. 126

Volumen  1
                                           Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
                    [9] Pero donde más recargan la censoria vara de su crítica, es en los
            argumentos y pruebas de aquellas proposiciones que dividen la materia de su
            oración y hacen la principal porción de su sustancia, como que de ella depen-
            de todo el nervio y fuerza de la persuasión a que aspira. Aquí, dicen unos, es
            inexcusable el orador por haberlos deducido de unos lugares tan comunes que
            hacen adaptables los elogios de su héroe a los innumerables que participaron
            de su propio mérito y quedaron sepultados en la oscuridad de su ignorancia.
            Otros se avanzan hasta decir que, en lugar de un panegírico, trazó el autor un
            plan de sátira, sobremanera injurioso a la gloria de su héroe. Porque ¿con qué
            otro fin y designio pudiera, después de aventurar unas máximas exóticas, pro-
            ducir como argumentos de tan relevados elogios unos hechos que nada menos
            prueban que el derecho de disfrutarlos, dejando sin duda los conducentes y
            que dieron a la justicia de nuestro Soberano el impulso que lo elevó a la altura
            de tanta dignidad?
                    [10] Oiga V. S., el razonamiento de uno de éstos, capaz de imponer al
            espíritu más prevenido. Aquella proposición sobre que se sostiene la primera
            parte del panegírico y en que se representa a la naturaleza, ya sacudiendo de
            sí la inacción para formar el heredero de una familia ilustre, y ya reconcen-
            trándose en la inercia de su materia, cuando quiere dar a luz algún plebeyo, no
            sólo es ajena de sus fundamentales leyes y de aquellos invariables principios
            con que propende a la igualdad de todos, sino opuesta y contraria a la expe-
            riencia de todos los siglos.
                    [11] Nobles eran los hijos de Mario y de Catón, nobilísima Julia Agri-
            pina y las demás viciosas damas de la ilustre prosapia de Augusto; y no fueron
            inferiores los hijos del gran Constantino que nacieron para repartirse el mayor
            imperio del Universo. No obstante, la naturaleza se mostró tan poco cuidado-
            sa de su formación, que ni el auxilio de la educación, ni todo el resplandor de
            su fortuna pudieron reparar, ni esconder el monstruoso equipaje de los vicios
            que sacaron de su mismo seno.
                    [12] De padres sabios y robustos se ven nacer, todos los días, hijos
            fatuos y pusilánimes. La estulticia es como la partición de los mayorazgos, los
            cuales, a pesar de los fingidos halagos y ca¬riños con que se prepara la natura-
            leza para cortejarlos, sólo parece que recibieron un espíritu de ferocidad para
            frustrar y burlar la disciplina de su corrección. Cicerón empleó, inútilmente,
            sus grandes talentos en la enseñanza de sus hijos; Augusto disipó, sin efecto, su
            profunda política en la educación de Tiberio; Claudio, con las más ajustadas



                                               125
   121   122   123   124   125   126   127   128   129   130   131