Page 121 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            yerba que adornando el prado alimenta, y mantiene al débil insecto. Espía
            a la naturaleza, la sorprende en el seno de la tierra, y revela el secreto de la
            formación de las sales, de las preciosas piedras, y de los ricos metales. Rasga
            el velo con que esa madre próvida pretende ocultar el centro y morada de los
            volcanes, los Vesubios, y las tempestades. Estudia al hombre, ese enigma aún
            no descifrado después de tan costosa experiencias, y registra la estructura y
            disposición de sus órganos, la contextura y proporción de sus partes, el equi-
            librio de sus fluidos y humores que con orden y arreglo conservan la fuerza
            y resistencia de los cuerpos. Medita sobre ese puro espíritu que en el juzga,
            combina, y reflexiona: que siempre inconstante, siempre incierto, asegura,
            retracta, quiere, rehúsa, y ciego en su elección, fluctúa entre estos vagos pen-
            samientos; los regla y ratifica esclareciendo esa ley primitiva que sostiene sin
            corrupción su poder contra los repetidos atentados de las pasiones: las sujeta y
            enfrena aterrándolas con las tristes sombras, los espectros sangrientos, las fu-
            rias infernales prontas a vengar los sagrados derechos de la razón ultrajada. 50
                    [31] El teólogo se abisma contemplando a ese Dios cuya inmensidad
            no tiene otros límites que los de su imperio: a ese poder fecundo que a su voz
            saca de la nada al universo, lo embellece y adorna, lo puebla de habitantes en
            todo semejantes, y en nada parecidos, y a esa justicia que derriba los ángeles,
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            amenaza al hombre, y sirve de fundamento a su terrible trono.
                    [32] El jurisconsulto no espera a que la lenta experiencia concilie el
            crédito y honor a sus decisiones: no se iguala a esas parleras aves en cuyos
            cerebros se imprimen las voces y los términos por el largo uso, y la antigua
            habitud. La viuda desolada, el huérfano afligido, no teme que perezca su inte-
            rés e inocencia por no encontrar la mano instruida y diestra que desenrede el
            laberito del fraude, la confusión de la malicia, y las sutilezas del delito. Desen-
            vuelve los primeros principios del derecho en ese libro, obra de un pueblo rey
            destinado a dominar en todos los siglos por la superioridad de su legislación.
            Atiende a las diversas costumbres de los reinos, a los distintos reglamentos de
            las provincias, y hace que este tesoro tribute, se rinda y venere a las respeta-
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            bles ordenanzas de la patria.  Navega en el inmenso mar de los cánones; fija
            los límites inmutables que separan el cielo de la tierra, la iglesia del estado,
            el sacerdocio del imperio, y la orgullosa ignorancia no califica con el odioso
            carácter de novedad las venerables máximas de la pura y santa disciplina.
                    [35] Las artes, siguiendo la elevación de las letras, derraman el buen gus-
            to, ese delicado barniz que ha hecho memorables los tiempos tan nombrados de
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            50. V. el Dise. pronunciado en la Academia de Nancy, el 20 de Octubre de 1755 [Nota del autor].
            51. V. a M. Molinier. Discurso sobre la verdad de la Religión Christiana [Nota del autor].
            52. V. El Mercurial de M. Daguefau sobre la Ciencia del Magistrado, pronunciado en 1709
            [Nota del autor].


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