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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
gente, armas y dos cañones. Quizá estos serían los mismos dos que en julio de
1822 estaban a cargo de Dionisio Meneses en Pachachaca (cerca de Yauli). La
documentación de este tomo no refiere detalles del uso de esta potente arma
en combate por parte de los guerrilleros o tropas improvisadas.
Los rifles, arma novedosa para el Perú de entonces, son escasamente
mencionados; llama la atención que los usaran ocasionalmente las guerrillas,
considerando que por su mayor precisión eran más a propósito para tiradores
experimentados. En cambio, era común que usaran fusiles; en algún caso se
precisa que eran «fusiles corrientes», nombre que se aplicaba como sinónimo
de los «fusiles españoles». Mientras las fuerzas de línea se desprendían de esta
clase de fusiles para dárselos a las guerrillas, recibían en cambio fusiles ingle-
ses o franceses; tal fue el caso del batallón Huánuco, esmeradamente equipado
por Otero. Dada la alta movilidad requerida por las guerrillas, se comprende
que en más de una ocasión figuren en los documentos fusiles recortados o
rebajados, más portátiles que los de tamaño original. Por lo mismo, había pre-
ferencia por el uso de tercerolas y carabinas, especialmente por las guerrillas
montadas.
En cambio, las guerrillas que operaban como fuerzas de defensa local
eran las que solían usar con más frecuencia el armamento tradicional. Por
ejemplo, los comasinos, gracias a lo abrupto de su territorio, utilizaron con
frecuencia las galgas. Pero esta temible arma ancestral podía tener también
una importancia estratégica. Así, en octubre de 1823 M. Anaya escribía a Riva
Agüero que se estaban colocando galgas en los fragosísimos caminos que
unían la Sierra con el litoral comprendido entre Santa y Trujillo, a la vez que
sugería inutilizar los caminos de las cabeceras del sector comprendido entre
Trujillo y Lambayeque y colocar galgas en los pocos caminos principales que
se dejasen operativos en este sector; todo esto, como parte de las medidas para
defender el norte en el contexto de la anarquía. Al año siguiente, en marzo, ya
iniciada la segunda ocupación realista de la capital, Otero dio instrucciones
al mayor Manuel Vallejos; la tercera indicaba que Quispe Ninavilca podía le-
vantar partidas de galgueros en las quebradas de Huarochirí y San Mateo para
bloquear la comunicación de Lima y Jauja, y la sexta prescribía lo siguiente: «To-
das las salidas de Lima para afuera, tienen grandes desfiladeros, en estos que se
conserven galgueros con herramientas para cortar el camino, impedirles el que
se internen, y que tomados en el estrecho, puedan hacer efecto las galgas».
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