Page 79 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Guerrillas y montoneras durante la Independencia
            gente, armas y dos cañones. Quizá estos serían los mismos dos que en julio de
            1822 estaban a cargo de Dionisio Meneses en Pachachaca (cerca de Yauli). La
            documentación de este tomo no refiere detalles del uso de esta potente arma
            en combate por parte de los guerrilleros o tropas improvisadas.
                    Los rifles, arma novedosa para el Perú de entonces, son escasamente
            mencionados; llama la atención que los usaran ocasionalmente las guerrillas,
            considerando que por su mayor precisión eran más a propósito para tiradores
            experimentados. En cambio, era común que usaran fusiles; en algún caso se
            precisa que eran «fusiles corrientes», nombre que se aplicaba como sinónimo
            de los «fusiles españoles». Mientras las fuerzas de línea se desprendían de esta
            clase de fusiles para dárselos a las guerrillas, recibían en cambio fusiles ingle-
            ses o franceses; tal fue el caso del batallón Huánuco, esmeradamente equipado
            por Otero. Dada la alta movilidad requerida por las guerrillas, se comprende
            que en más de una ocasión figuren en los documentos fusiles recortados o
            rebajados, más portátiles que los de tamaño original. Por lo mismo, había pre-
            ferencia por el uso de tercerolas y carabinas, especialmente por las guerrillas
            montadas.
                    En cambio, las guerrillas que operaban como fuerzas de defensa local
            eran las que solían usar con más frecuencia el armamento tradicional. Por
            ejemplo, los comasinos, gracias a lo abrupto de su territorio, utilizaron con
            frecuencia las galgas. Pero esta temible arma ancestral podía tener también
            una importancia estratégica. Así, en octubre de 1823 M. Anaya escribía a Riva
            Agüero que se estaban colocando galgas en los fragosísimos caminos que
            unían la Sierra con el litoral comprendido entre Santa y Trujillo, a la vez que
            sugería inutilizar los caminos de las cabeceras del sector comprendido entre
            Trujillo y Lambayeque y colocar galgas en los pocos caminos principales que
            se dejasen operativos en este sector; todo esto, como parte de las medidas para
            defender el norte en el contexto de la anarquía. Al año siguiente, en marzo, ya
            iniciada la segunda ocupación realista de la capital, Otero dio instrucciones
            al mayor Manuel Vallejos; la tercera indicaba que Quispe Ninavilca podía le-
            vantar partidas de galgueros en las quebradas de Huarochirí y San Mateo para
            bloquear la comunicación de Lima y Jauja, y la sexta prescribía lo siguiente: «To-
            das las salidas de Lima para afuera, tienen grandes desfiladeros, en estos que se
            conserven galgueros con herramientas para cortar el camino, impedirles el que
            se internen, y que tomados en el estrecho, puedan hacer efecto las galgas».





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