Page 81 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
julio de 1824, moriría ahogado el coronel José María Guzmán en el combate
de Huaypacha, donde además perecieron un oficial y siete soldados y cayeron
prisioneros cerca de cien con armamento. Mientras estos casos constan en el
presente tomo, no figura en él la ejecución de Cayetano Quiroz; respecto de la
muerte del coronel Marcelino Carreño, acaecida en un encuentro en la víspera
de la batalla de Ayacucho, apenas hay una brevísima mención en una soli-
citud de su antiguo ayudante Francisco Álvarez: «[…] y murió en el primer
encuentro que tuvimos». Con justicia, Barrantes Arrese y Guzmán Palomino
lo destacan como el jefe patriota de más alta graduación caído en el campo de
Ayacucho, aunque por haberlo sido en la víspera y no habérsele nombrado
en el parte de Sucre ha quedado relegado. Sin embargo, el gran ausente es el
veterano Basilio Auqui, legendario jefe de los morochucos que no es referido
en ningún documento de esta recopilación; en cambio, sobre su ejecución en
Huamanga en 1822 narra Ruiz Fowler que fue agarrotado tras haber presen-
ciado el suplicio de su hijo y sus siete nietos. En cuanto a los jefes realistas aba-
tidos por las guerrillas, los documentos aquí recopilados muestran los casos
del comandante Puyol, ya tratado por Temple, y el del comandante Agustín
Peña, caído en febrero de 1823 durante un encuentro con la guerrilla de Cus-
todio Álvarez en Chontas, cerca de Reyes. La victoria fue resonante, pues ca-
yeron un sargento y treinta y cinco soldados, seis fueron tomados prisioneros
y como botín quedaron trece fusiles, veinticinco caballos y más de cuarenta
vacas, sin muertos ni heridos patriotas.
Por último, cabe preguntarse acerca del sentido trascendente de todo
este desborde de entusiasmo patriótico, arrojo y ardor bélico. Muy antigua es
la idea de que nada cambió con la Independencia. Ciertamente, las hondas
fracturas internas no desaparecieron. Incluso se observa que la coyuntura bé-
lica las expuso con crudeza. Así, estos volúmenes albergan documentos tales
como el pedido del capellán Silvestre Gery a Francisco de Paula Otero para
que llamase al orden a los pueblos de Rócchac, La Loma y Salcahuasi (Ta-
yacaja), pues sus indios se habían sublevado contra el cura, al que acusaban
de realista, habían prohibido a más de la mitad de la doctrina barbechar sus
campos con la idea de que San Martín fertilizaría los terrenos y que era tiempo
de comer a costa de hacendados y criollos, de holgar, de no pagar deudas y de
tomar las haciendas como suyas, como habían tomado y repartido las tierras
del propio gobernador patriota Marcelo Granados. El capellán decía a Otero
que era preciso aplicase un castigo para que todos volviesen a amar a la patria,
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