Page 130 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Volumen 6
                                                         Causas criminales seguidas contra los rebeldes
            la noche estuvieron auxiliando el dicho su ayudante Bejarano y el ayudante de
            Yanaoca a quien llamaron para el efecto con otro pretexto. Al otro día por la
            mañana fue llamado el declarante del corregidor, y se reconcilió, suplicándole le
            viese nuevamente al cacique y que hiciese llamar al cura de Yanaoca quien escri-
            bió llamándolo y nunca tuvo respuesta y encaminándose donde estaba el caci-
            que le instó desistiera de su empeño, y le dijo que ya no podía dilatar más tiem-
            po porque hacían veintiseis días que tenía la orden; y llegada la hora que habían
            determinado le pidió el corregidor al declarante no lo desamparase, y lo fue ex-
            hortando hasta el cadalso en donde le quitaron sus vestiduras y el bastón que le
            habían puesto en la mano, que era uno de su capitanes, y lo colgaron; y los que
            venían mandando que caminasen eran los mismos cobradores del corregidor, y
            aunque se rompió la cuerda y cayó al suelo, lo volvieron a surgir; y el declarante
            no vió más porque se fue a la iglesia a encomendarlo a Dios, y a la tarde a su
            capital de Pampamarca; y volvió el lunes a enterrarlo, hasta cuyo día se demoró
            esta función porque anduvieron convidando. En el tiempo que el corregidor
            estuvo en la prisión, se escribieron varias cartas a su nombre, llamando a don
            Bernardo de la Madrid, obrajero de Pomacanche, y a su cajero don Manuel San
            Roque, convidándolos a unas fiestas a Tungasuca; y luego que llegaron los apre-
            saron del mismo modo, lo mismo hicieron con don Juan Antonio Figueroa, que
            vino a aquel pueblo sabiendo que el corregidor se hallaba allí. Y después que
            tuvo a estos asegurados, partió el cacique a Tinta y se trajo la plata que tenía allí
            el corregidor y las armas, dejando los demás bienes embargados en poder de un
            Pedro Venero, y no sabe la cantidad de plata y armas que trajo ni el destino que
            se había dado a los demás bienes del corregidor. También en este intermedio
            sabiendo que don Francisco Cisneros venía con plata que había cobrado de los
            pueblos altos y un piñón de cien marcos, mandó el cacique gente a prenderlo; y
            un hijo suyo lo alcanzó y lo prendió, y tampoco sabe la cantidad de plata que
            traía; todos los que sabe se mantienen en dicho pueblo de Tungasuca prisione-
            ros. Fue preguntado que cómo no hizo todos los esfuerzos posibles para libertar
            al corregidor de la muerte, cuando se sabe que el cacique es su compadre, le
            respeta y obedece en todo; responde que el hizo de su parte cuanto pudo, pero
            viéndose con toda la gente tumultuada y con armas, y que el cacique andaba
            huyendo del declarante, que dos o tres palabras le hablaba y luego se retiraba,
            todo le sirvió de confusión; y aunque nunca asintió perfectamente a lo que el
            cacique le aseguró que era orden superior, no se le dejaba de ofrecer pudiera
            haber tal orden al ver tanto aparato, la satisfacción y desembarazo con que obra-



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