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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
el combate con increible ardor de una y otra parte, que, aunque separados
nuestros fusileros unos de otros, segun creian mas á propósito para divertir
las fuerzas contrarias, causaban notablemente cuidado y embarazo á los ene-
migos, que de su parte defendíanse con denuedo y constancia indecible.
44. No obstante, pudo haberse logrado una accion gloriosa aquel dia,
si las compañias de caballeria hubieran correspondido al esfuerzo de aque-
llos pocos que peleaban con intrepidez y arrojo, digno del concepto que sus
acciones les tenian grangeado de antemano: pero á pesar de la actividad y
celo con que procuró excitarlas el citado coronel D. Nicolas de Mendiolasa,
que ocurria hácia todas partes, esforzando su desaliento, no pudo conseguir
entrarlas alguna vez al combate, ni con la exhortacion, ni con el egemplo que
les dió, poniéndose á su frente y haciendo fuego de pié firme á los enemigos,
en medio de un torbellino de piedras que le arrojaban desde cortísima distan-
cia con sus hondas. A vista de lo cual, aunque él mismo y otros oficiales que
obraron animados por el honor de nuestras armas y el servicio del Soberano,
deseaban mantener el sitio, para continuar ó repetir el ataque el día siguien-
te, les fué preciso llamar á retirada, conformándose á las órdenes que se les
habían comunicado, de no empeñarse mucho en funcion alguna. Hizose por
último la retirada, sin que aun en ella pudiese conseguir la vigilancia del Coro-
nel Comandante el órden de disciplina tan necesario en todos acaecimientos:
por cuyo motivo perecieron allí á manos del furor de los indios, tres de los
nuestros, fuera de igual número que habia muerto mientras duró la acción re-
ferida. De la parte contraria murieron muchos, aunque ignoramos su número
fijo, por la razon que se apuntó mas arriba, y sin duda muchos mas fueron los
heridos, por la continua descarga que hizo por mas de dos horas la fusilería.
45. El inmenso y furioso aparato con que vinieron los enemigos á ata-
car esta villa, lleno de altivez á los pueblos inmediatos á su tránsito, y no duda-
ron que la tomarían, porque solo hacian consideracion de su prodigiosa mul-
titud, y sin duda no imaginaban la resistencia que se les preparaba. Poseidos
de esta confianza prorrumpieron aquellos animos, y egecutaron atrocidades
inauditas: especialmente en el de Coata, donde exterminaron el propio dia 11
á los españoles y mestizos que pudieron haber haber á las manos, sin distin-
ción de sexo, con toda la libertad y seguridad que les ofrecia la circunstancia
de hallarme ocupado á la sazon en la defensa de esta citada villa: cuya aten-
cion, siendo la principal que agitaba mi cuidado, no me permitió divertir mis
fuerzas, que solo eran suficientes para mantenerme á la defensiva, ni socorrer
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