Page 246 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen 4
Conclusión de la rebelión
y seguro el defendernos al abrigo de las trincheras y fosos que nos resguarda-
ban; y de esta suerte, prosperando el cielo nuestros celosos designios en ser-
vicio del Rey y del estado, pudimos rechazarlos, de modo que aquella propia
noche abandonaron el sitio y retrocedieron en la mayor parte, quedando solo
un trozo, que con estratagema manifiesta pudiese dar lugar á la retirada de los
otros. Sin embargo de lo cual, se apostaron las centinelas y se distribuyeron los
piquetes necesarios, para que, estando vigilantes y con todo el cuidado preciso
en iguales circunstancias, no pudieran sorprendernos en manera alguna, y de
esta suerte no tuvimos novedad, hasta el dia siguiente, que se contaban 12 del
presente.
42. En el cual, despues que con proposiciones inicuas que osaron esta-
blecer con algunos eclesiásticos, entre las que pedian se les entregase la perso-
na del Corregidor de Puno, y se publicase el bando que remitieron, mandado
tirar por el traidor Tupac-Amaru, entretuvieron alguna parte de la mañana
los últimos que habian quedado, desaparecieron finalmente, y partieron en
alcance de los primeros, con cuyo motivo nuestras milicias, persuadidas no
sin fundamento que como fugitivos llevaban desórden y precipitacion en sus
marchas, nos pidieron de concierto que les diésemos permiso para salir á pi-
carles la retaguardia. No agradó mucho su propuesta, y en mejores circuns-
tancias no hubieramos condescendido á ella: pero al fin fué preciso acomo-
darse á la necesidad, y reservando las compañias necesarias para el resguardo
de la plaza, se dieron providencias para que marchase el resto de la guarnicion,
á la conducta del Coronel de milicias de Chucuito, D. Nicolas de Mendiolasa,
respecto de que ninguno de nosotros nos hallamos en disposicion de montar
á caballo, por el golpe y herida que uno y otro recibimos el dia antecedente,
como queda referido.
43. Instruido el citado Coronel de no empeñarse mucho con los ene-
migos, salió en fin con las compañias de fusileros, lanzas y caballeria que se
señalaron; y á distancia de poco mas de una legua y media de esta villa, les
dieron alcance en una montaña pequeña, á mano izquierda del camino real
para el Cuzco. Al punto que se pusieron inmediatos, apeándose de las caballe-
rias los primeros fusileros, sin aguardar á juntarse con los demás, principiaron
á hacer fuego á los indios, que separados del resto de sus tropas, ocupaban y
defendian una corta eminencia de piedra viva, de donde en un momento fue-
ron desalojados, y se incorporaron con las demas en lo mas alto del cerro, que
era el lugar en que tenian sus cargas y las bestias de su servicio. Allí se renovó
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