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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            nuevas ideas de ganar la Ciudad para lo que y por que no la tenia ya ganada y
            destruida, azotaba de pronto y las veces que queria a los Capitanes, Hilacatas,
            o Mandones, a unos a 50 y a otros a 100, o mas azotes, y otros castigos crueles
            y tyranos, como era hacer se degollasen a aquellos que no mostraban valor y
            concenso formal a sus precepto que precisamente habian de ser inviolables.
                    Despues de practicado estas o mayores tyranias por todo el Campa-
            mento sin excepcion de hora, pues varias veces madrugaba muchisimo, y vivia
            exactisimo en lo mas minimo estimulado de su muger que aun todavia era
            mas y mas carnicera, y la que concedia o no la revocacion de sus sentencias
            de modo que regularmente aquella ronda terminaba junto a su Palacio, o al
            toldo de los Curas donde estaban en calidad de Presos, y los hacia salir fuera y
            llevar a un cierto lugar que se nombraba el Cabildo donde daban tres vueltas
            a imitacion de ajusticiados, y los hacia entrar en el Quartel y alli los paraba
            en fila, y a cada uno le decia lo que parecía, y segun lo que representaba, en
            cuya distribucion de merecimiento de cada uno y despues de improperarlos
            unas veces a todos, y otros a dos, o tres solamente, sentenciados a deguello,
            haviendo hecho primero a sacar a presencia de ellos otros tantos pares de gri-
            llos quantos Sacerdotes eran, quienes viendose en tan grandes conflictos (ya
            se ve) que havian de hacer sino regar de lagrimas y confucion aquel teatro?.
            Esto visto asi mismo por mi, y llevado de aquella ternura y compasion frater-
            nal, casi como satisfecho de que una y otra vez ya me havia concedido algun
            tanto de favor en la misma especie de tormenta principalmente mediando
            ante todas cosas el mas rendido acatamiento, procuraba arrojarme a sus pies,
            y manifestarle quanto con venia el que sosegase sus iras al vernos anegados no
            solamente, en aquel Pielago de tan impetuoso llanto, sino tambien respeto de
            que sabríamos complacerle, pues ninguno habia faltado tarde o temprano a
            sus llamadas, y estaban a su disposicion para cumplir quanto mandase, y que
            si no habian venido prontamente a el rendimiento (que era lo que mas sentia)
            al fin ya lo habian verificado, y los tenia del modo que queria.
                    A tales expresiones que parece mejor las interpretarian mis ojos que
            no la turbación de mis labios dexandonos con desprecio total, y todavia in-
            cados de rodillas, bolvia las espaldas, y se iba bien airado a su Palacio o toldo
            donde estaba la Reyna su Muger, quien quando mas piadosa estaba apoyaba
            sus intenciones. Y como para mitigar (no tanto el que no muriesen los Sen-
            tenciados, sino tal vez el que ella no se siguiese al mismo sacrificio, porque
            tambien en estas y otras tremendas no se escusaba de sentenciarla muerte)



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