Page 161 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
P. 161

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            alli me llevó a un toldo grande que llamaba el Palacio, donde estaba su Muger
            una chola como de 26 años, y tambien cuatro Oydores, muchos Embaxadores
            con sus Vandas: dos Sacerdotes que me dixeron otros ser Capellanes desde el
            dia del Cerco, que fue el uno Dn. Ysidoro Escobar, Ayudante del Pueblo de
            Palea, y el otro Dn. Julian Bustillos, Ayudante del de Pucarani: y el de Secre-
            tario un Yndio que haviendo sido muchos años vecinos de la Ciudad, y oficial
            de Pluma de la Curia Eclesisastica, se tenia mudado el nombre de Bonifacio
            en el de Manuel Clabijo. Este firmaba, despachaba las Comisiones, y demas
            diligencias con el titulo de Yo el Rey Tupac Catari lo que aplaudia y consentia
            el Yndio aun casi viviendo sujeto enteramente a lo que el disponia: como que
            desde entonces no se valia de hilos, nudos, y otras ceremonias sino de lo que
            contemplaba iba bien escrito y dirigido por su Secretario, a cuyos dictame-
            nes tambien asentian los Oydores, de los quales uno corría con la venta de la
            Coca, otro con la guarda de los espolios de los difuntos, y demas que rovaban,
            otro con la plata labrada, sellada, y muchas alajas, y el otro con los efectos co-
            mestibles, y sus distribuciones.
                    En esta constitución, y en la de observar tanta maquina de aparatos
            por unos hombres cuyos hechos se me hacian cada instante increibles, ya se
            vé fui siguiendo mi estada llevando por norte de mi conformidad el pedir a
            Dios socorriese asi mismo las angustias en que veia estaban los Ciudadanos
            de la Paz, adonde echaba los ojos procurando comprimir las lágrimas, porque
            no era dable estar solo, pues si por casualidad fuese visto el desaogarme asi, al
            punto perdiera la vida, como que tuve la experiencia de ver se degollaban a va-
            rios prisioneros que solo parecian estar tristes, atribuyendoles que aquel sem-
            blante mostraban por hallarse entre Yndios, y no entre los Españoles como
            ellos. Por lo que, aunque a mi, y a los demas Sacerdotes, Curas, y Ayudantes
            que hacian traer forzados, y los ponia en otro toldo en calidad de presos, nos
            sorprendia e intentaba degollar: lo que reparado, y echandonos a sus pies, le
            persuadiamos no era capaz el semblante de acreditar otra cosa que el grande
            gusto de estar en su compañia disfrutando sus favores y gracias.
                    Asi pasaba pues este nuevo mundo en continuos sobresaltos, y en tan
            cruel dilaceracion de espiritu, que a lo menos en los principios de los 28 dias
            que estuve allí no era dueño de mi, ni podia vivir con tan repentinas nuevas
            de estas y otras tragedias; como que a los cuatro dias llegó la de que habian
            muerto al Cura de Songo Licenciado Dn. Feliz Gisberte a cosa de una legua
            del contorno del Alto por orden de uno de aquellos 24 Cablidos, y tambien



                                               160
   156   157   158   159   160   161   162   163   164   165   166