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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
alli me llevó a un toldo grande que llamaba el Palacio, donde estaba su Muger
una chola como de 26 años, y tambien cuatro Oydores, muchos Embaxadores
con sus Vandas: dos Sacerdotes que me dixeron otros ser Capellanes desde el
dia del Cerco, que fue el uno Dn. Ysidoro Escobar, Ayudante del Pueblo de
Palea, y el otro Dn. Julian Bustillos, Ayudante del de Pucarani: y el de Secre-
tario un Yndio que haviendo sido muchos años vecinos de la Ciudad, y oficial
de Pluma de la Curia Eclesisastica, se tenia mudado el nombre de Bonifacio
en el de Manuel Clabijo. Este firmaba, despachaba las Comisiones, y demas
diligencias con el titulo de Yo el Rey Tupac Catari lo que aplaudia y consentia
el Yndio aun casi viviendo sujeto enteramente a lo que el disponia: como que
desde entonces no se valia de hilos, nudos, y otras ceremonias sino de lo que
contemplaba iba bien escrito y dirigido por su Secretario, a cuyos dictame-
nes tambien asentian los Oydores, de los quales uno corría con la venta de la
Coca, otro con la guarda de los espolios de los difuntos, y demas que rovaban,
otro con la plata labrada, sellada, y muchas alajas, y el otro con los efectos co-
mestibles, y sus distribuciones.
En esta constitución, y en la de observar tanta maquina de aparatos
por unos hombres cuyos hechos se me hacian cada instante increibles, ya se
vé fui siguiendo mi estada llevando por norte de mi conformidad el pedir a
Dios socorriese asi mismo las angustias en que veia estaban los Ciudadanos
de la Paz, adonde echaba los ojos procurando comprimir las lágrimas, porque
no era dable estar solo, pues si por casualidad fuese visto el desaogarme asi, al
punto perdiera la vida, como que tuve la experiencia de ver se degollaban a va-
rios prisioneros que solo parecian estar tristes, atribuyendoles que aquel sem-
blante mostraban por hallarse entre Yndios, y no entre los Españoles como
ellos. Por lo que, aunque a mi, y a los demas Sacerdotes, Curas, y Ayudantes
que hacian traer forzados, y los ponia en otro toldo en calidad de presos, nos
sorprendia e intentaba degollar: lo que reparado, y echandonos a sus pies, le
persuadiamos no era capaz el semblante de acreditar otra cosa que el grande
gusto de estar en su compañia disfrutando sus favores y gracias.
Asi pasaba pues este nuevo mundo en continuos sobresaltos, y en tan
cruel dilaceracion de espiritu, que a lo menos en los principios de los 28 dias
que estuve allí no era dueño de mi, ni podia vivir con tan repentinas nuevas
de estas y otras tragedias; como que a los cuatro dias llegó la de que habian
muerto al Cura de Songo Licenciado Dn. Feliz Gisberte a cosa de una legua
del contorno del Alto por orden de uno de aquellos 24 Cablidos, y tambien
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