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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
espolios que, se repartieron segun sus graduaciones, y las azañas que cada cual
representaba.
Viendome pues en la constitucion tan lamentable, y en poder de tantos
tiranos, quienes no vociferaban otra idea que la destruccion de Españoles, no
procuraba ya otro desahogo que el librarme de la Compañia de ellos, princi-
palmente quando era imposible reducirlos a un atomo de quietud y descanso
en sus nuevas altibeces: lo que Dios se sirvio concederme al tercero dia si-
guiendo mi derrota a ver a mi Prelado en el Convento de dicho Santuario de
Copacavana, donde asi mismo el dia 24 del citado mes de Marzo hubo mayor
alzamiento, mayor numero de Españoles degollados, y mayor confusion, que
el referirlo fuera inacabable; de modo que por ver si se aquietaba tanto aparato,
y porque no encontramos en la tormenta otro remedio que la disposicion de
morir, hicimos todos los Religiosos penitencias publicas, y exortaciones debi-
das a los rebeldes. Mas no fue posible, porque todo lo despreciaban, y antes
si los Comisionados, Reyes, Fiscales, Capitanes generales, y demas Ministros
que sugerian y mandaban el tumulto, gritaban se pasase a la degollacion de
los Padres, y a la destruccion del templo, y que se llevase la Imagen milagrosa
de Ntra. Sra. de Copacabana a otra parte; para lo qual, y buscar ante todas
cosas la persona del Corregidor de la Provincia de Omasuyo, se entraron con
bastante irreverencia dos Yndios Reyes Fiscales, y otros de retaguardia al Sa-
grario de Nuestro Amo, y Recamarin de Nuestra Señora sin el menor respeto
ni veneracion, y comenzaron a buscar y registrar el mas minimo rincon: cuya
resolucion, siendo notada por aquellos Yndios que no habían perdido en el
todo la Devocion a aquella Divina Ymagen, de resulta de cierto conclave que
hicieron, sentenciaron a aquellos dos a muerte, haviendolos atracados contra
un rollo con unas reatas de cuero bien fuertes, de suerte que al instante fue-
ron Almas que Dios dispuso; lo que parece se atribuyó a cierta permision del
Cielo, y a ver si amagaban en la rebelion de tan sanguinaria perpetracion; mas
todo era incontrastable, pues quales unas fieras que jamas huviesemos visto,
insaciables e infatigables por las Cuebas, Cerros, y Estancias donde estaban
algunos miserables huidos, y escondidos, andaban dando pasto a las garras
que aqui o alli echaban, de los quales unos que daban en el sitio, y otros eran
conducidos hasta el Santuario; y donde precisamente llegaban eran martires
de dicterios, golpes, y otras atrocidades hasta que rendian el postrer aliento,
continuandose asi la pena, el suspiro, y los raudales a las megillas de los Padres
que no cesaban en la disciplina y demas diligencias cristianas. O Soberano
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