Page 643 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
de aduana que mandó publicar el Señor Virrey Amat, que corre hasta hoy.
Hacíale también presente que la plebe de la ciudad y gente del campo estaba
conmovida, que ya se habían visto repetidas patrullas de embozados y enmas-
carados por las calles a deshora de la noche además de las amenazas de los
pasquines, y que todo esto exigía moderación y prudencia en el manejo de su
administración.
La respuesta fué destempladísima y con desvergüenza y falta de res-
peto al Señor Corregidor. Decía que todo era patraña, y que el miedo le ha-
cía formar aquellas patrullas y amenazas; que él había venido a aumentar
la real hacienda; que le era preciso poner todos los medios para verificarlo
conforme a las reales órdenes del 4 del Señor Visitador General, las que nunca
quiso manifestar, siendo lo más cierto que no las tenía, ni se puede creer que
aquel Señor fuese tan inhumano. En una palabra, el administrador echó al
desprecio, con represensible necedad y notable osadía, la carta de oficio que
llena de atención y justicia le escribió el Señor Corregidor.
El día 13, entre 10 y 11 de la noche, se vió un tumulto de hombres en
número de 500 a 600, que se acercaron a la casa de la aduana, y sin hacer más
que golpear las puertas de la calle y gritar que saliesen de la ciudad aquellos
ladrones públicos, enemigos de la humanidad, se retiraron en buen orden, y
sin duda creyeron que con este amago conseguirían la extinción de la aduana
o moderación de derechos en los proyectos del administrador, dejándolos en
el mismo pie en que estaban cuando los manejaban los oficiales reales.
Este suceso recordó al Corregidor la necesidad que había de que se
tuviese un cabildo abierto, concurriendo a él los principales vecinos de la
ciudad. Ya se ve que todo aquel noble concurso con otros muchos vecinos
y forasteros hubieran tomado la resolución de defender con sus vidas la real
aduana, sin embargo de que consideraban con fuerzas muy superiores a los
malcontentos; pero se tuvo entonces por más conveniente que públicamente
pasasen a la aduana de parte del ayuntamiento y vecindario congregado para
satisfacción del pueblo dos regidores y el escribano del mismo cabildo con
tres vecinos de respeto para hacer presente y recordar al administrador el su-
ceso de la noche anterior, la consternación de toda la Ciudad, y advertirse que
no cobrase alcabala de los comestibles, efectos de indígenas y granjería de la
gente pobre; que si tenía órdenes superiores para ello las manifestase, y que
en lo demás procediese al establecimiento de su cargo con cautela, suavidad y
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