Page 648 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
No solamente afligían a la ciudad los movimientos ya mencionados,
sino que también se recelaba que las noticias y pasquines que corrían de los
de la parroquia de Santa Marta, confederados con los de Chiguata, Yanaguara,
Cayma y demás pueblos de estas inmediaciones, asaltasen a la ciudad y aca-
basen con todos. Imbuídos de estos recelos, y llenos de consternación, todos
procuraron refugiar sus mujeres e hijos en los monasterios de monjas, y ase-
gurar sus caudales.
Reservándose el coronel de caballería una compañía para su ronda,
con las nueve restantes se procuró guardar las entradas de la ciudad. Toda esta
gente no tenía armas de fuego, sino tan solo algunas blancas, pues los restantes
traían palos. La compañía de nobles y las demás de infantería también anda-
ban escasas de armas de fuego; éstas quedaron en la plaza para acudir a donde
la necesidad las pidiese.
Creíamos que aquella noche no habría movimiento, pero no fué así,
porque a las 10 vino a la plaza aviso enviado por el capitán de caballería que
guardaba la entrada de la pampa que pertenece a la parroquia de Santa Marta,
de que por aquella parte acometían una infinidad de indios armados con hon-
das, palos e instrumentos de madera a manera de espadas. Resistió bien la di-
cha compañía; pero al fin fué rechazada a hondazos hasta la plazuela de Santa
Marta, distante dos o tres cuadras de su puesto. En los cementerios de aquella
parroquia y el monasterio de Santa Rosa se atrincheraron los indios cuando
llegaron las compañías de nobles y granaderos con alguna caballería. Dieron
sobre los indios haciendo fuego y los hicieron retroceder hasta la pampa, en
donde pretendieron esforzar la resistencia que no verificaron. Se encontraron
aquella noche 5 muertos, fuera de los muchos que recogieron los indios, reti-
rándolos a partes ocultas, lo que también ejecutaron con muchos heridos, de
los cuales se sabe que han muerto varios.
A las 12 de la noche ya los indios se habían retirado fugitivos a los
cerros de las faldas del volcán, desamparando sus casas y rancherías, de modo
que en toda la pampa no se encontraba uno. Al mismo tiempo que se estaba
en la refriega referida, acometieron por la parte del puente algunas partidas
sueltas de los indios de la parroquia de Cayma y Yanaguara; pero las tres com-
pañías de caballería registraron toda la ranchería y recorrieron todo el despo-
blado y quebradas hasta los confines del volcán, recogiendo varios heridos de
bala, y apresaron a otros que iban fugitivos. Aquel día a las cuatro de la tarde
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