Page 593 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            mismo en cuatro filas unos detrás de otros en batalla con sus hondas que les
            vio a todos ellos en las manos. Que formados ya de esta suerte les dijo en alta
            voz el dicho Cacique que al día siguiente se había de formar del mismo modo;
            que pasaron con sólo esta noticia hasta el siguiente día viernes diez de este
            mes, que a las ocho de la mañana volvieron a llevar a los españoles e indios a
            la misma pampa, convoyados de los oficiales de milicias y caciques de otros
            pueblos donde los hicieron formar en los mismos términos que el día antes y
            después los convoyaron formados, marchando al son de cajas y pitos tocados
            por los indios, hasta la plaza de dicho pueblo donde los hicieron formar en
            cerco del mismo modo y que en medio había una horca, que no sabían para
            que la habían puesto, que espantado y admirado de ello observaba a sus com-
            pañeros del mismo modo. Que estando en esto reparó que de la casa de dicho
            Cacique, que está en la misma plaza, salieron éste con un hijo suyo, y otro que
            no sabe si era hijo o hermano, pero todos tres a caballo; el primero en su caba-
            llo blanco y vestido de terciopelo negro con su espada de militar, y los otros
            dos con vestidos colorados y vueltas azules y cada uno de estos dos con su
            lanza en la mano. Que estos se quedaron como de guardia en la puerta de la
            dicha casa y el Cacique vino a registrar todo el cerco de gente que se hallaba
            formado alrededor de la horca; que se retiró después a la dicha casa y que a
            poco rato oyeron tocar la campanilla de nuestro Amo y que con efecto un sa-
            cerdote lo llevaba y que entró en ella y que discurrieron que sería para sumi-
            nistrar este Santo Sacramento al Justicia mayor, que decían se hallaba enfermo
            en la misma casa; que volvió a salir nuestro Amo, sin haberse sabido más; que
            después vino un indio de parte del cacique que le dio recado al Capitán de
            Milicias Don Melchor Castelo para que enviara ocho granaderos de la tropa
            del cerco, que incontinenti se los envió con un hijo suyo y que sabe que pasa-
            ron a otra casa que tiene el dicho Cacique en el mismo pueblo y que de ella
            volvieron con un tambor y pregonero y un cholo que traía un papel en la
            mano de una cuartilla de grande y que se pararon en una esquina de la plaza a
            echar bando; que leía primero en castellano y que se le mandó que no se expli-
            case en castellano y sí en lengua índica; que después vinieron y se introduje-
            ron entre las dos filas de españoles y de indios, que distaban de una a otra
            como cuatro varas en el expresado cerco que formaban, y que dentro de él en
            cuatro trechos volvieron a repetir el bando o pregón en lengua que el decla-
            rante no la entiende, preguntó que era lo que se pregonaba y que le respondie-
            ron sus compañeros españoles del país, que decía que por el Rey se mandaba



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