Page 598 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
cacique de Pisac? y que habiéndole dicho que no, respondió, no lo ahorcarían
y después de varios pasajes, que por minutos vio y experimentó, y que igual-
mente notificó a toda la gente, diciéndoles en voz alta que les había quitado
las mitas, repartimientos, aduana y alcabala; pero que viviesen sujetos y que
pagasen los reales tributos de Su Majestad y en amistad con dichos españoles
criollos. Y que de allí siguió su derrota a Chicacupi, en donde un mozo nom-
brado Juan Díaz, lo atracó y le quiso registrar la valija de cartas y habiéndolo
él repugnado, dicho Juan Díaz hizo propio a Tupa Amaro, quien a espaldas de
la misma carta le respondio dejase pasar al correo que le tenía conferida li-
cencia y que le estimaba cumpliese exactamente sus órdenes y que en adelante
siguiese con el mismo esmero y vigilancia en celar lo que le tenía comunicado.
Asimismo dijo dicho correo, oyó decir que el ánimo de Tupa Amaro era pasar
con su gente a las provincias de Lampa, Azángaro y que ultimamente vio dos
banderas con las armas de los reyes incas y ciento y más soldados con fusiles,
uniformados con los aperos que tenía Arriaga en su casa, que es lo que debe
responder a dicho exorto y para que conste lo firmé en quince días del mes de
noviembre de mil setecientos y ochenta años y juro que es cuanto sé en este
asunto.— Doctor Miguel Martínez.
(Al margen: Carta).
Muy venerado padre y señor: El día diez que fue el viernes lo ajusticia-
ron al General Don Antonio Arriaga. El juez nombrado para esto es Don José
Tupa Amaro. La causa se ignora; la orden se infiere sea de nuestro monarca,
pues, horas antes de que lo ahorcaran, dicen, se pregonó que ya no había re-
partimientos, aduanas, alcabalas, obrajes y que estos se han de demoler desde
los cimientos. Y así mismo que los españoles e indios viviesen en paz, so pena
de que serán castigados. El dicho Corregidor dicen, tuvo buena muerte aun-
que muy lastimosa, pues, al tiempo que lo estaba pisando el verdugo se arran-
có el cordel y caído que fué este caballero al suelo, dice, que se sentó después
de un rato y se levantó la capilla que se le cayó a la cara y que quiso quitarse
los grillos, y que a este tiempo le puso el dicho verdugo un lazo y así lo estiró
como a un perro. El mismo Corregidor fue el quien pidió los soldados y los
llamó a los caciques; hasta hoy está esto alborotado y algunos de los soldados
que fueron de aquí, están detenidos allá; aquí estamos con cuidados y penas
sin poder saber las resultas. Hoy día de la fecha, dicen enterraron a Cisneros,
que ya le quitaron los grillos y a los demás familiares de dicho Corregidor,
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