Page 512 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            que habiéndolo igualmente saqueado, quiso incendiarlo, lo que no ejecutó por
            habérselo suplicado el cura de aquella doctrina, diciéndole que tenía que te-
            char su iglesia y que le compraría la madera y las tejas, con lo que le condonó
            estos materiales y dejo de abrasarlos.— Preguntado si sabe del suceso que tu-
            vieron nuestras tropas en el pueblo de Sangarará, dijo: Que no lo sabía y que
            sólo había oído decir que muchas casas de aquel pueblo y su iglesia las había
            quemado y responde.— Preguntado si desde que vió a Tupa Amaro en el pue-
            blo de Quiquijana ha tenido correspondencia con él y cuántas cartas le ha es-
            crito y qué es lo que en ellas le ha comunicado, dijo: Que sólo una carta le es-
            cribió, dijo que tres; y que según se acuerda, en ellas me mandaba que los
            peroles, fondos y planchas del obraje de Paropuquio se las remitiese a Tunga-
            suca; que le despachase al clarinetista del pueblo; que pusiese centinelas en la
            ladera de Ninabamba, en Challucalla y Ccaccapunco y piedras para rechazar
            la gente que de esta ciudad fuere a buscarlo, para cuya paga le envió cincuenta
            pesos; que recogiese tres piaras de ropa, que Don Diego del Castillo había re-
            mitido al obraje de Pomacanche, amenazando al declarante porque no le ha-
            bía dado noticia de ella: Que de todas estas órdenes sólo había cumplido de
            temor con poner la horca que le ordenó (pero que no le remitió) y despachar-
            le prontamente al clarinetista; pero que no le remitió los cobres, la ropa ni
            puso los espías y que ante los cincuenta pesos que le envió para pagarles, los
            distribuyó el declarante en gratificar a su gente, para contener y rechazar los
            indios que venían en favor del levantado de la doctrina de Checacupi, agre-
            gando a ellos cinco fanegas de maíz que también les dio suyas; Y que dichas
            cartas, como fiel vasallo de su Majestad, como los fue recibiendo inmediata-
            mente se las envió; la primera a su Corregidor Don Fernando Antonio Cabre-
            ra con un clérigo llamado Don Gregorio Paredes, y la segunda con su hijo
            Don Pedro Solís, también clérigo, después de habérsela enseñado a su cura, y
            para el efecto prestó una mula y la tercera igualmente remitió con su hijo jun-
            ta con otra carta, escrita de Tupa Amaro a Don Juan Esteban Pacheco, Cacique
            de Pomacanche, las cuales se las entregó en el pueblo de Guaro. Y que aunque
            posteriormente mandó poner el declarante tres horcas, éstas fueron de motu
            propio para atemorizar a los indios de su parcialidad, que ya los veía inclina-
            dos al rebelde; y que con noticia que tuvo de que lo andaba buscando para
            castigarlo, por no haberlo obedecido a lo que le tenía mandado, receloso de
            que lo consiguiese por el gran poder y fuerzas que concibe tiene, se vino el
            declarante a refugiar a esta ciudad, habiéndose milagrosamente escapado porque



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