Page 514 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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                    (Al margen: Declaración).
                    Y luego incontinenti en dicho día, mes y año compareció dicha Doña
            Ignacia Sotomayor de quien el dicho señor Alcalde por ante mí el escribano
            le recibió su juramento y que lo hizo por Dios Nuestro Señor y a una señal de
            cruz, según forma de derecho, so cuyo cargo prometió decir verdad sobre lo
            contenido en el auto de la vuelta y siendo preguntada al tenor de él, dijo: Que
            el martes de la semana pasada, que se contaron siete del corriente, pasó la
            declarante de esta ciudad al pueblo de Tinta, a solicitud de Don Juan Antonio
            Figueroa, para ajustar una cuenta que tiene pendiente con el Teniente Coronel
            Don Isidro Gutiérrez, y no habiendo hallado a Figueroa en Tinta, pasó al de
            Tungasuca, donde le dijeron que estaba; y habiendo llegado el jueves nueve de
            este dicho mes sobre tarde, lo buscó en la casa donde tuvo noticia que estaba
            apeado, y habiendo preguntado por él condujo a la declarante un hombre gor-
            do a quien no conoce la declarante y la introdujo en el cuarto donde estaba
            el citado Figueroa con su mujer, un hijito suyo y un colegial; de modo, que se
            quedó en él la declarante como presa, porque no la dejaron salir hasta el día si-
            guiente. Y con este motivo supo que en la misma casa y en cuarto separado al
            de Figueroa, estaba preso dicho Corregidor Don Antonio de Arriaga por or-
            den de Don José Tupa Amaro, Cacique de dicho pueblo, y que también le dije-
            ron a la declarante que estaba con un par de grillos para mayor seguridad; que
            el mismo día jueves hacia las seis de la tarde, entró el amanuence del citado
            Corregidor al cuarto donde estaba Figueroa y le comunicó que Tupa Amaro le
            había leído la sentencia de muerte de horca al predicho Corregidor, con cuya
            noticia empezó a llorar Figueroa. Y que el día siguiente viernes, le dio el beati-
            co el cura del lugar Don Antonio López Sosa, habiéndole confesado la noche
            del jueves; de manera que el dicho cura estaba libre, entrando y saliendo en la
            casa, igualmente con otros dos clérigos que no conoce la declarante, quienes
            ayudaban a bien morir al corregidor como lo hicieron el dicho día viernes,
            cuando salió al suplico vestido de militar con un Santo Cristo en las manos.
            Que como la declarante no podía salir del cuarto de Figueroa ni éste tampoco,
            no vio ahorcar al corregidor y sólo oyó decir que lo degradaron al pie de la
            horca y le pusieron un hábito de San Francisco e hicieron todo lo que en seme-
            jantes casos se observa. Que la declarante entró al corral de la casa para divisar
            la plaza del pueblo, dice, la cercanía de ella y reparó que había mucha gente
            miliciana uniformada con una bandera blanca con su cruz colorada nueva.
            Que Tupa Amaro iba a caballo con jaez y con un vestido de terciopelo negro y



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