Page 511 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            dores, ni alcabalas, ni aduana; que de orden del Rey por cédula ha mandado
            que quiten los corregidores y sí no han pagado las mulas ya no las han de pa-
            gar; que no alborotase su gente porque podría, si se alborotaba, pelear con la
            gente que venía de Tupa Amaro, y que apenas acabo de decir al declarante,
            cuando vio que por el puente, atropelladamente, pasaba al pueblo multitud de
            gente, que hace juicio que de indios había más de ochocientos y de mestizos y
            españoles más de ciento, que los indios iban todos con hondas y los otros con
            escopetas, sables y rejones. Que luego, rodeando la iglesia y la plaza fueron en
            busca de la casa del Corregidor Don Fernando Cabrera a prenderlo, y hallán-
            dose con las puertas cerradas con algarazas y estrépito diciendo: Aquí esta el
            Corregidor; forzaron las puertas y no hallándolo, sino sólo a dos negros de
            dicho Corregidor, los amarraron y con gran alboroto prosiguieron buscando
            hasta que Don Ambrosio Monjarras, presbítero que dormía en un cuarto de la
            misma casa, salió a la hulla y enterado de que buscaban al Corregidor, les dijo:
            Que la noche del día antes se había ido al Cuzco. Y no persuadido de ello Tupa
            Amaro entró a registrar todos los cuartos y la huerta de la dicha casa, y no
            hallándolo se encaminó con su gente, dejando guardas en dicha casa, a la pla-
            za y por bando promulgó que sólo era un dios a quien adoraba y después al
            Rey, que éste por cédula le mandaba que no hubiese corregidores, ni reparti-
            mientos, que no hubiese aduana, ni se pagasen alcabalas, que si hubiesen pa-
            gado alguna de las mulas repartidas, se devolviese por los cobradores. Que
            publicado el bando pasó a ver al cura y después hizo sacar los bienes del corre-
            gidor; que de estos, lo que era ropa y menaje lo repartió a su gente y que la
            plata labrada y sellada la reservó para sí. Y oyó decir a su gente que tuviesen
            cuidado con él, porque al Corregidor de Tinta lo había ahorcado, con lo cual
            se asustó mucho el declarante y un hijo suyo, clérigo; y éste le persuadió que
            fuese a verlo, que de facto lo encontró en la casa del cura, que le brindo si que-
            ría tomar algún refresco el que aceptó, y pasando a la casa del declarante tomó
            bizcochuelo y un poco de aguardiente y que ofreciéndole un almuerzo, dijo:
            Que no podía aceptar porque tenía que marchar y visitar siete provincias, en-
            cargándole a este tiempo hiciese que los cobradores devolviesen lo que habían
            cobrado de repartimiento, porque eran unos pobres, con lo que se puso en
            marcha y el declarante lo acompañó hasta el puente y que después supo que se
            encaminó al obraje de Parupueyo y la ropa de la tierra que en él encontró la
            repartió a su gente, y después del saqueo que hizo, le puso fuego y abrazó todo
            el obraje como está de manifiesto. Que de allí sabe pasó al obraje de Pomacanche y



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