Page 499 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            espantoso.— Persuádome señor, que la expresada Junta hará a Vuestra Ex-
            celencia partícipe de los prudentes y sabios medios que se han tomado para
            contener la loca osadía de este Rebelde. Ella en menudísima relación habrá
            comunicado a esa superioridad; los pueblos de que se ha enseñoreado, las
            armas y pertrechos de guerra con que está resguardado y los muchos mesti-
            zos que siguen su voz acompañándolo en las tiranas acciones que comete. No
            habrá olvidado decir a Vuestra Excelencia: los premios que franquea a los par-
            tidarios de su alevosa traición, los cadalsos y suplicios que pone en los pueblos
            para aquellos que no siguen su perfidia o se hallan trémulos en la elección de
            partidos. Como a la Junta toca hacer prolija, puntual y menudísima narración
            de los sucesos; me abstengo yo, por suponer a Vuestra Excelencia perfecta-
            mente enterado en ellos, el hacerle aquella que pide asunto tan grave; de cuya
            entidad no se ha visto otro igual en el reino después que se pacificaron los
            primeros rebeliones de la Conquista. Mi fidelidad, amor y respeto a nuestro
            natural señor, me piden el que quiebre las reglas de la moderación, así lo hi-
            ciera a no contemplar que unos hombres que si se han hecho cargo de la di-
            rección de materia tan importante, deben cumplir con exactitud la obligación
            en que son constituidos. Ellos habrán expuesto el número de armas, soldados
            y oficiales que destacaron a la provincia de Quispicanche para contener el
            desenvuelto arrojo del Insurgente; diciendo el motivo que contemplaron justo
            para que ese pelotón de gente escogida hubiese perecido la noche del diez y
            siete y mañana del diez y ocho del que corre, en que oprimidos por el número
            grueso del Traidor, rindieron casi todos la vida; unos al golpe de piedra y otros
            abrasados de las llamas que incendiaron la iglesia y casas donde se refugiaron
            para hacer la defensa.— A ellos toca hacer a Vuestra Excelencia conocedor de
            estos actos y a mí el exponer con sinceridad mi dictamen. No hay duda que
            los vecinos todos de honor, aún aquellos que por su carácter son privados
            de las armas, están sobre ellas; el esmero y esfuerzo con que intentan éstos
            defender los ultrajes de las majestades divina y humana, se hacen notorios
            como manifestativos de la fidelidad de sus corazones. Mas como su número es
            corto, no puede esperarse la victoria de su pequeñez. Las armas, municiones y
            pertrechos de guerra son igualmente escasas y aunque el vulgo es abundante
            y copioso, sólo sirve para contar en cada uno de ellos o un traidor que sigue
            el partido del Cacique o un cobarde que vuelva la espalda a la menor seña de
            la arma. El ejemplo me lo hace asegurar; pues, al ruido y rumor de una o otra
            voz falsa que se ha esparcido en la ciudad, lo he visto puesto en precipitada



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