Page 438 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
do oficio incitativo de esa Real Junta para que diga lo que se me ocurra sobre
la materia, y creo que mejor me expresará si vuestra señoría se hubiese toma-
do la molestia de hacer una contestación individual a las causales que le hice
presente, porque así controvertidos los puntos, con objeción y resolución de
los reparos, son las disputas muy útiles, sin dejar de ser breves. Después de
todo, y suponiendo que cuanto digo sólo es efecto de mi propensión a favor de
la causa pública y al honor de esa Real Junta, en cuya mano están hoy la vida
y la muerte de esta porción de los dominios del Rey, ya decadente si la Provi-
dencia no le inspira la vitalidad, pasaré desde luego a insinuar lo que me pare-
ce conveniente a las circunstancias del día y a la derogación de lo mandado,
haciéndome cargo de que vuestra señoría se halla instruído en la máxima de
no ser indecorosa a la superioridad, ni a la Majestad (lo que es más) las revo-
caciones de los decretos, cuando las circunstancias las piden o bien porque
estas se combinan de un modo que obligan a variar el concepto sobre que se
funda la ley o bien porque siendo las mismas, se miran a mejor luz, aunque
sólo sea por una ocurrencia casual o reflexionada de un hombre menos adver-
tido en la materia de que se trata. De lo primero nos ministra una clara lec-
ción, digna de admirarse, aquel célebre decreto del Gran Asuero, rey de los
Persas; que revocó el primero que se había promulgado por este príncipe con-
tra la nación judaica, aun siendo ley fundamental de aquel imperio, el ser
irrectractables las reales ordenaciones de los soberanos y de lo segundo no
faltan hechos Justidianos, que haciéndonos ver en una hora más que en un
día, nos hacen variar de conducta. Si, esto no fuera legal y conforme a razón,
jamás se reformarían en las Reales Audiencias las sentencias pronunciadas en
vista y primera instancia, y serían inútiles las revistas prevenidas por derecho,
para mejor inspeccion de las causas. Pero dejando ya esta disgreción o inci-
dencia, que no es impertinente al caso, me contraigo a la idea principal y des-
de luego digo, que me parece conveniente el que se mantenga una guarnición
en el puente de Urubamba y que este subsista, como debió también subsistir el
de Guaillabamba, aunque la disposición dimanada de esa Real Junta, notoria-
mente abandonó ya los pueblos situados a la otra banda del río, resolviendo
por el mismo acto la dimisión en el supuesto de que no admite duda la conve-
niencia de este arbitrio. Sin embargo, hallo dificultades que lo embarazan, así
por lo favorable al Rebelde como por lo adverso a nuestros intereses. Los in-
dios que han fermentado aquellos infelices pueblos, dieron principio a su ma-
lignidad, cortando los puentes desde Caicay, en virtud, sin duda, del orden
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