Page 437 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            dome haberse librado providencia para que don José Oliva, comandante de
            sesenta hombres de las tropas de esta ciudad y de doscientos españoles paisa-
            nos de las provincias de Urubamba y Calca, destinados a resguardar el puente
            de Urubamba, notificase a los vecinos de aquellas doctrinas y la de Tambo,
            para que en el término de tres días naturales se transporten a esta ciudad con
            sus haberes, y cerrado este plazo se cortase este puente, con lo demás que con-
            tiene dicho oficio, produje a vuestra señoría los motivos que justamente cons-
            piran a la suspensión de la orden citada que ha tendido lutos por toda esta
            ciudad, haciendo desfallecer los corazones si no más a lo menos tanto, como
            la derrota de nuestras tropas en el pueblo de Sangarará, según lo demuestra el
            general sentimiento del público y las tiernas lamentaciones de los curas que
            apacientan mis ovejas en aquella ribera, interesada en el más lastimoso des-
            amparo. No siendo despreciables los influjos y dictamenes de aquellos párro-
            cos que se ofrecen por víctimas a la defensa y tienen la cosa presente, auxilia-
            dos de los continuos avisos que reciben de sus indios, puntuales observadores
            de lo acaecido en sus comarcas y de los actuales movimientos de la facción
            enemiga, cuando todavía no se hallan tocados del contagio que oxara, como
            sucede con los de aquel territorio.— Yo expuse a vuestra señoría las razones
            que tuve y tengo presentes para evitar un remedio, que sólo debiéndose tomar
            en ultimo subsidio si acaso se usa de él antes de tiempo y por meras sospechas
            del Rebelde (cuyos pasos con el polvo que debían hacer al caminar nos hubie-
            ran avisado ya de su venida) hace más daño que provecho. En efecto, así lo
            hemos observado, advirtiendo, que ni el enemigo se ha presenciado en estas
            inmediaciones y que el pueblo ha caído de ánimo, reparando que ya con esta
            república se portan los intendentes de ella como con un cuerpo agonizante.
            Estas reflexiones con respecto a las que restan, son todavía de poca considera-
            ción, pero antes de hacer un progreso adelante, no puedo menos que extrañar
            se hubiese postergado mi representación de un modo tan decisivo, que no sólo
            no se me ha contestado a ella, sino que aún hasta el mediodía de ayer no se le
            había hecho saber su contexto al señor Inspector, aunque sin embargo de no
            ser oídas mis voces, ni atendida mi pluma, no he cesado de clamar, reiterando
            verbalmente mis pensamientos en este artículo, como lo testificará el coman-
            dante don Joaquín Valcárcel, a quien me produje ayer con toda la eficacia que
            pude reconviniendo el celo y obligación de vuestra señoría, con los motivos
            que tengo alegado, apuntando algo de los que de nuevo se me agolpan. En
            resulta de lo que a vuestra señoría respondió este caballero, he recibido segun-



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