Page 440 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
llos vecinos. De ayer a acá corrió que el Rebelde andaba haciendo excursión
por el pueblo de Paruro con tanta generalidad que pocos dudaban, y si a este
paso no rigen noticias vulgares para tomar los últimos y más ruidosos arbi-
trios; haremos que los remedios sean peores que los males, porque las preven-
ciones mismas para la conservación preparen la ruina. Esta reflexión, que
aunque no es la más rigurosa, no es despreciable; se agrega a otra, relativa a las
ventajas que acaso conseguirá el Rebelde, desamparada por nuestras tropas la
otra banda del río, sobre que vuelvo a tomar el hilo de las medidas que pudo
haberse propuesto el indio insurgente, cuando previno a los suyos que corta-
sen los puentes, cuya operación, de cuyo es preparativa de caminos con toda
seguridad y deja entender que el ánimo de Tupa Amaro, aunque por ahora y
de primera intención sea establecerse en esta capital no pudiendo conseguirlo
o viendo deplorada su causa; sea huir por aquellas vías, que son planas y dere-
chas al valle de Vilcabamba, donde piense radicarse como lo hizo don Felipe
Tupa Amaro, de quien se jacta descendiente o lo que es más probable quiera
ganar asilo con una fortaleza, situada frente del pueblo de Tambo, efectiva-
mente mejor que la que tuvieron los Incas en esta ciudad, cuyos monumentos
todavía se admira; Aquella es inexpugnable por hallarse resguardada de una
parte por el río y de otra de montañas encadenadas, que dejándose una gar-
ganta estrecha de camino hacen inaccesible a las tropas el sitio, adelgazando el
tránsito y dejando proporción para defender allí solamente con diez o doce
bocas de fuego. No podemos dudar que nada menos intenta el señor Visitador
que permitir la fuga del Rebelde, y bien claro se explica en la que escribe al
señor Inspector ordenándole ponga su atención y alguna fuerza en el puente
que llaman de Quiquijana, por ser este paso preciso para entrar en los andes o
serranía que hay por aquel lado; añadiendo como se huya o no se arrepienta,
entregándose como debe, será memorable su castigo. Yo prescindo de que el
puente de Quiquijana sea el tránsito para los andes, porque no tengo conoci-
miento de aquellos parajes; pero vuestra señoría debe convenir conmigo en
que el fin del señor Visitador es impedir la fuga del Rebelde. El que sea a los
andes por Quiquijana o a Vilcabamba o al castillo de Tambo por la quebrada
de Urubamba es una variación sólo material, que siempre deja a salvo el espí-
ritu de la disposición dirigida al señor Inspector, a que se faltaría desamparán-
dose los pueblos y caminos de la otra banda, en el supuesto firme de que los
provincianos y soldados que se hallan en ésta no son capaces de embarazar el
tránsito, río por medio, aunque fueran muchos y bien armados y no como los
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