Page 441 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
doscientos provincianos que dice vuestra señoria haberse quedado a esta par-
te de aquellas corrientes. Esta es la tropa que por inútil no se ha traído a la
ciudad y en aquel sitio sólo es un número de cuerpos para nada útiles, si algo
sirvieran será para impedir el tránsito de algunos indios, que por nado pa-
sasen a esta banda para infestar los que se hallan en la pampa de Anta; para tal
efecto eran suficientes tres o cuatro que llevasen las instrucciones de Tupa
Amaro, rompiendo las aguas, lo que facilmente harían, tomándólas más abajo
de Guaillabamba o Urubamba sin que los atajasen ni aun reparasen los nues-
tros. Esta dificultad que por ahora no se evita, tenía vigor perjudicial a nuestra
defensa, cuando intempestivamente se retiró la caballería; habiendo entonces
poca fuerza pudieron los indios cargar sobre el puente de Urubamba, que to-
davía no se había cortado ni se ha cortado hasta el día y pasan en tropas, no
sólo a inquietar los pueblos de Anta y Suriti, sino también a quitar los cajones
de armas que vienen de Lima, sin embargo de los doscientos hombres que
esperamos, a quienes podían fatigar juntándose en número de tres o cuatro
mil, con un suceso feliz para nosotros. Aunque vuestra señoría no ha querido
tocar en sus oficios la solución de los inconvenientes que propuse, me haré
cargo de los que han llegado a mi noticia para reponer lo que me ocurre.— Se
me ha dicho que se retiró la caballería por no ser de gente segura, pero además
de haber hecho ver lo contrario este gremio Livitaca, que me aseguran comba-
tieron con valor y arrojo, no fue destino prudente el que les dio con este cono-
cimiento para una expedición tan importante, habiendo otros en quienes se
tenía mayor confianza. Si podían haber faltado a la fidelidad en aquel acto, no
sería motivo congruente para atraerlos el asalto que se temía de Tupa Amaro
en esa noche, pues en tal ocasión harían lo mismo por cualquier barrio adon-
de se destacasen, incorporándose con las tropas enemigas a pesar del mayor
número de oficiales y soldados nuestros que nunca podrían contenerlos. Si se
temió y todavía teme, que asomando el rebelde Tupa Amaro se debiliten nues-
tras fuerzas con las compañías desmembradas para la custodia del puente de
Urubamba, era muy fácil correr una posta que los llamase, siendo como tengo
dicho del todo increíble el ingreso del enemigo a estas cercanías, sin que lo
supiesemos con anticipación de horas bastantes para dirigir un expreso a Uru-
bamba y llegar a esta ciudad aquellos soldados, que por lo mismo que de ca-
ballo caminarían más que los indios a pie, en número incomparablemente
mayor, sin peligro de que acordonando ellos la ciudad se imposibilite la inter-
nación de los nuestros, sobre que también debe traerse a consideración que
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