Page 372 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            correspondiente, debo decir a Vuestra Señoría, que siendo esta la primera vez
            que se solicita mi parecer, he reputado indispensable deducirlo por escrito,
            tanto por evitar la confusión, que trae la disputa en la diversidad de modos de
            opinar, como porque conste mejor en todo tiempo y se inserte en los autos de
            la materia. Siempre juzgué mal acordada la resolución de haber despachado
            un número respectivamente corto de tropa contra una multitud poderosa de
            bárbaros resueltos, al comando de un hombre violento y temerario como Don
            Tiburcio Landa, de cuyo demasiado ardor, nunca se podía esperar un feliz su-
            ceso, antes sí, con mas que probabilidad la fatalidad que se ha experimentado,
            pues debía recelarse que traspasando las órdenes de esa Real Junta, dirigidas
            a observar las fuerzas, intenciones y movimientos del rebelde y no intentar
            acción alguna decisiva, se arrebatase a este segundo extremo, como ha acon-
            tecido, dejándonos que llorar tan funestas resultas como las que padecemos
            y tenemos que sufrir en lo venidero si el todo poderoso no las repara. Mas
            siendo ya irremediable este yerro, la tribulación y necesidad nos ejecutan a
            prevenir los medios mas oportunos de impedir los mayores progresos de la
            desgracia con que se ha comenzado. Creo desde luego, que el principal objeto
            de nuestras atenciones es la custodia de la ciudad, por serlo de las miras del
            pedido traidor Tupa Amaro, como que fue la Corte de los Incas, de quienes se
            jacta descendiente para autorizar la soberanía a que aspira, situando aquí su
            domicilio y hallarse en ella los caudales de la iglesia y particulares, cuyo saco
            hace todo el fondo a su ambición y a mantener la guerra, porque sin ello se le
            frustraban estos designios. Esto supuesto es demostrable no debe salir la corta
            tropa de honor que tenemos, dejando a inminente e indubitable riesgo la ciu-
            dad y su vecindario, y abandonada al furor de la plebe, de que se componen las
            otras compañías, que lejos de defendernos volverán las armas contra nosotros,
            como ha sucedido en Sangarará con los partidos de mestizos e indios, que se
            incorporaron en el camino con la tropa del Corregidor de Quispicanchis y
            aparentando fidelidad al principio se declararon al tiempo de la refriega a fa-
            vor de Tupa Amaro; y hallándose asi descubierta por todas partes e indefensa,
            con esta noticia aceleraría su marcha el enemigo para ella, tomando rumbos
            contrarios a los que llevasen nuestra tropa, la tomaría a sangre y fuego, ejecu-
            tando un estrago horroroso con muertes, robos, sacrilegios, estupros y demás
            iniquidades, que se dejan comprender, no perdonando templos, monasterios,
            ni los lugares mas inmunes, de que tenemos el ejemplar en la ruina ejecuta-
            da en la iglesia y pueblo de Sangarará, que acaba de incendiar; siendo estos



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