Page 368 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            Landa, Escajadillo, muchos chapetones y también bastantes criollos; todos los
            cuales han muerto también a porción de indios. Empezaban a quemar la igle-
            sia; por último, no se piense ya hay la mas leve fuerza en nuestro ejército, que
            solo subsiste en el nombre, especialmente habiendo perecido las cabezas: Y
            entiendo que de cosa de ochocientos hombres que marcharon, apenas dos-
            cientos se pondrían en el sitio, pues en todo el día de ayer pasaron por aquí
            un sinnúmero de desertores; y cuántos habrían salido por otras veredas? Si
            como estamos oyendo, el cuerpo de Paucartamho avanza hoy y no se com-
            pusiese sino de gente honrada y cabeza militar: podremos concebir un tanto
            de confianza, en mí casi ninguna asiste, fundado en que toda la gente es con-
            traria, una por temor y miedo, otra por estar complasente de evitar el yugo
            presumido. El cielo nos favorezca y todos nuestros votos se ofrezcan a Dios
            por medio de Vuestra Señoría Ilustrísima, como padre y sacerdote grande de
            la iglesia. No pueden todavía descubrirse en su fondo los últimos designios
            del contrario; mas ya se deja entender, cómo será la prosecución de sus prac-
            ticas atroces? Aún no asoma en él malevolencia para con sacerdotes, a quie-
            nes ha estado venerando, aún en los momentos de la última tragedia, como
            lo experimentaron cura y uno de los capellanes, según nos informan. Señor:
            hoy está flaco y cansado, aunque soberbio el enemigo; pésese allá esta grande
            circunstancia, para ver si es conveniente perseguirle con toda la guarnición de
            la ciudad. No he tenido a la mano otro papel que este. Dios guarde a Vuestra
            Señoría Ilustrísima muchos años, como lo quedo pidiendo a su Majestad divi-
            na. Urcos diez y nueve de noviembre a las ocho del día.— A los pies de Vuestra
            Señoría Ilustrísima está muy reverente.— Pedro Santisteban.
                    (Al margen: Posdata)
                    Apenas se halla gente de quien fiar para propios.—


                    (Al margen: Carta del Cura de Quiquijana)
                    Ilustrísimo Señor.— Muy venerado y mi señor: en cumplimiento del
            orden superior que Vuestra Señoría Ilustrísima me mandó en la que recibí por
            mano del Fiscal, en el Pueblo de Oropesa, individué lo acaecido hasta enton-
            ces: y ahora hallándome (con lo siguiente) tan acosado por ambas entradas del
            pueblo, esto es señor, por la otra banda del río, como por ésta, me vi avanzado
            y no teniendo aquella resistencia suficiente con que poder custodiar mi pueblo
            mandé cortar el puente solo con el fin de estar con la atención por una parte,
            lo que participé a mi corregidor, cuya carta no la ha recibido, donde le expuse



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