Page 370 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
                    (Al margen: Carta del Cura de Urcos)
                    Urcos y noviembre veinte y uno de mil setecientos ochenta. Ilustrísi-
            mo Señor. Señor: Todas las que me ha escrito Vuestra Señoría Ilustrísima han
            llegado a mi mano, aunque aventureras, lo que me ha dispensado no pocos
            consuelos, en medio del temporal y zozobras del día. Por ahora no asoma es-
            pecie que merezca ser comunicada; mas esto mismo siento digno de ponerlo
            en atención de Vuestra Señoría Ilustrísima como de hecho lo ejecuto. Después
            de una prolija expugnación de las novedades, que traen los que vienen de
            arriba y de haberles depurado de cuanto tienen de inconciliable y quimérico,
            vengo a descubrir las verdades que voy a proponer, por lo que pueda importar
            a la inteligencia de aquel público. Con haber desertado casi el todo nuestras
            tropas, unos antes de llegar a Sangarará, otros en la misma entrada, otros en
            el principio de la sorpresa y otros en los propios actos del combate, simulán-
            dose aliados de Tupa Amaro; con haber sido los nuestros intempestivamente
            cercados y apedreados de innumerables indios; antes de aparecerse la aurora,
            con haberlos refugiado a la iglesia o la turbación, o la indefensa y formarse de
            ellos mismos un irresoluble laberinto; con todo duró la batalla hasta las dos de
            la tarde, quedando rendidos cosa de cien hombres nuestros y aún dudo hayan
            sido tantos: Tupa Amaro, que no se dejaba ver, sino a una tal distancia, que le
            asegurase de los riesgos, solo se presentó al sitio cuando eran todos cadáve-
            res, sobrecogido y turbado de la carnicería hecha, en especial de los criollos.
            En esta función los indios tan solamente con piedras y garrotes, hicieron de
            aquella parte la guerra y los españoles armados, no es dudar estuviesen a re-
            serva, como de quienes no estará muy satisfecho el contrario hasta hacerles
            persuadir las fuerzas y preliminares del triunfo. Si para aunar las suyas, hu-
            biesen salido los nuestros de la iglesia todos juntos; desde luego habríamos
            sido menos infelices, mas habiéndolo hecho en una progresión bien perezosa,
            ve aquí, que cada uno era a un tiempo batido de toda la turba de aquellos
            enemigos. De suerte que solo la grande valentía de cuatro individuos, como
            Landa y Arechaga, pudo ejecutar la contienda demasiado sostenida para el
            caso. ¡Oh si se hubieran acampado en sitio mas abierto y en donde a cuatro
            caras, no hubieran sido atacados! Si como al principio se trazó, a esta tropa
            primera hubiese venido respaldando otra segunda, ya estaba decidido lo crí-
            tico de la materia; porque ya el cansancio, ya la borrachera y lo que es más,
            el desordenamiento de las tropas, nos habían costeado nada caro la victoria
            de la rebelión. Quiquijana es todo suyo y del mismo modo contará con estos



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