Page 273 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    Convalecida algun tanto de la grande sorpresa la Ciudad, no se perdia
            momento del trabajo incesante en los preparativos para una fuerte y vigorosa
            resistencia. Se expidieron providencias para que todos los que tuviesen armas
            se presentasen con ellas: que ninguno saliese de la Ciudad, ni se sacasen co-
            mestibles. Alistáronse todos sus habitantes, y vinieron auxiliares los Corregi-
            dores del Contorno con los hombres que pudieron ministrar sus Provincias.
            Entre estos se señaló en el valor y disposiciones militares el de Abancay Dn.
            Manuel de Villalta y Nuñez, teniente coronel de los Reales Exercitos a quien
            se dio la direccion de las Armas en calidad de Ynspector. Este caballero ani-
            mado de un espiritu marcial dio algun vigor a las moribundas esperanzas,
            introduciendo vitalidades en los ánimos deficientes. Hizo bolver a muchos de
            los Vecinos que havian salido fugitivos con el motivo de haverse corrido la voz
            de que el Rebelde iba marchando con sus Gentes para entrar en la Ciudad y al
            punto en confuso tropel se entraron hombres y mugeres en los Conventos; y
            disparado un Cañon seña dispuesta para que se reuniesen las Milicias arma-
            das, solo concurrieron 30 hombres, dexando el paso franco al Enemigo, que
            de haver sido cierta la noticia, huviera entrado sin la menor oposicion. Les
            reprendio la cobardia, y les hizo presente las obligaciones de un Ciudadano, y
            de un vasallo. Tomó a su cargo la defensa, y comenzo con la mayor actividad
            a dar sus ordenes, alistar gentes, y abrir fosos en las entradas mas peligrosas,
            con lo qual tomaron aliento los Vecinos de honor, y entre ellos Don Isidro
            Gutierrez Montañez que armó cien hombres manteniendolos a su costa.
                    El Yltm°  Sr. Obispo  formó tambien una Compañia de los  Señores
            Eclesiasticos que salieron armados a publica Plaza con su Vandera morada;
            y aunque esta accion dio lugar a la censura de los críticos improbandola por
            irregular y en manera alguna permitida aun en casos de mayor peligro, no
            obstante las Historias ofrecen exemplares en que se hizo indispensable este
            ultimo recurso, haciendo tomar las Armas a los Sacerdotes Seculares y Regu-
            lares sin que les embarace la Dignidad propia de su Estado o la inexperiencia
            de este manejo, o la prohibicion que hacen los Canones para que no derramen
            sangre agena, los que solo deben estar dispuestos a verter la propia.
                    Bien sabido es que en el año de 1648 el celebre Juan de Caramuel
            siendo Obispo titular de Misi, y sufragáneo o auxiliar de Praga, defendió con
            todos los Eclesiasticos esta Plaza, y rechazó a los Suecos que la sitiaban: lo
            mismo habia hecho algunos años antes en Lobayna contra Franceses y Ho-
            landeses. En 1673 viendose Lima amenazada de Yngleses, la Real Audiencia



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