Page 126 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            como lo fue, el que arbitró su pérfida maquinación, cuando remitió desde el
            campo de Ocororo con sus emisarios los sacrílegos edictos, requiriendo a su
            rendición que de lo contrario, la entraría a sangre y fuego, sin perdonar perso-
            na alguna de cualquier estado y condición que fuese. Siguió pues su derrota
            poniéndonos a la vista, con cordón bien ordenado que guiaba por la cuchilla
            más empinada de los cerros, cuyo formado movimiento se los objetaba por
            medio del antojo.— Asi se nos fue acercando, hasta que el día seis a las tres de
            la tarde, se puso tan inmediato que hubo de introducirse por la vía de Puquín,
            un cuarto de legua distante de la ciudad. Lo escarpado y fragoso de esta entra-
            da, impidió el ingreso del insurgente y nos dió tiempo, para disponer gente
            que le embarazase el paso; pero anduvieron los jefes con tal pausa y tan poca
            dirección, que solo remitieron veinticinco Pardos al comando de un oficial
            ardiente; éste sin conocimiento del terreno y sitio a que se encaminaba, partió
            con intrepidez y después de haber subido parte de la serranía fueron sorpren-
            didos, sin darles tiempo para poder regresar de lo fragoso del puesto o situar-
            se en otro más ventajoso. Al fin fueron atacados y perecieron de ellos diez y
            siete, con perdida de veinte fusiles, sus bayonetas y diez y ocho sables.— Con
            todo este suceso se atrevieron los enemigos a la invasión premeditada, se reti-
            raron solo victoriando su triunfo con repetidos tiros de cañón, que a manera
            de salva continuaron aquella noche.— No tengo duda que la falta de precau-
            ción, ocasionó esta perdida, que llenó nuestros ánimos de un justo dolor, al
            ver sacrificados unos valerosos Pardos destacados para nuestra defensa. Los
            demás de estas compañías, también han sentido la sorpresa y menos cautos la
            atribuyen a poca piedad de los del país o a traición de los que los expusieron,
            siendo efecto de inconsideración del jefe y directores, que ofuscados de la vis-
            ta del enemigo, nada atinaban, nada mandaron y todo era confusión.— El día
            siguiente siete, fue una continua zozobra, sin que se diesen aquellas disposi-
            ciones preliminares, que exigían el estado de un ataque próximo, asomaba a
            las veces el enemigo por las cimas de la serranía, en que fijó su real, repitiendo
            la demostración de tremolar banderas y todo se redujo a amago; el siguiente a
            las diez del dia, comenzó su acostumbrada marcha a tomar el cerro de Piccho,
            ocupado por los nuestros, no sólo como fortaleza, para las ulteriores operacio-
            nes bélicas, si también para impedirles el tránsito a la Pampa de Anta. que nos
            sería  muy  perjudicial,  formando  un  circonducto  que  cortase  enteramente
            nuestra comunicación con la capital de Lima y el único asilo que nos ha que-
            dado en tantos aprietos; y sin embargo de que se presentaba una bella ocasión



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