Page 124 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            verdad el Señor Avilés, a quien ofrecieron los curas de Suriti, Huarocondo y
            Anta, que están al paso, marchar en convoy de la tropa que condujo y que es-
            taban dispuestos a ponerse a la frente de sus indios feligreses, para defender
            los puestos que tiraban a invadir los rebeldes y de estos ejemplos, tenemos
            muchos; aunque no faltan algunos pocos, a quienes podemos denominar es-
            purios del estado, que descubren signos de degenerar de estas esenciales obli-
            gaciones; pero en este punto seré inexorable para aplicarle toda la pena con-
            digna, si se justifican las sospechas o denuncias. Con esta alternativa de
            sucesos, que consigo trae la guerra, se mantiene la esperanza de que con Vues-
            tra Señoría Ilustrísima, viene todo el remedio, por que después de la deserción
            que  hicieron  los  corregidores  congregados  para  oponerse  al  alzado  Tupa
            Amaro, que quieren, según he entendido cohonestar con el título de honrosa
            retirada, cuando tenían ochocientos fusiles y otros más chusos o lanzas, con
            suficiente tropa para defender sus provincias, no nos resta más consuelo, que
            el que Vuestra Señoría Ilustrísima instaure y restituya cuanto ha destruído la
            violencia tiranicidia.— Aquí llegaba y a esta misma hora se nos comunica la
            noticia plausible de que el Comandante Valcárcel con la tropa que salió ayer,
            sorprendió a los enemigos acampados al otro lado de la Angostura, dos y me-
            dia leguas distante de esta capital, como a las seis y media de la tarde, a los que
            acometieron los nuestros con tanto ardor, que en término de media hora, les
            mataron más de trescientos, según el computo mas prudente; la acción es la
            mas señalada, que hasta aquí hemos tenido, pues en el campo estaba lo más
            florido de la gente rebelde, en tiendas de campaña o toldos; se les tomó una
            bandera con las armas de su caudillo Tupa Amaro, sin perdida en los nuestros,
            sino de un hombre solamente. En esta victoria se han portado con indecible
            valor todos y hasta los indios fieles que acompañaron de Oropesa, San Geró-
            nimo y San Sebastián, a los cuales se acogían los alzados por salvarse y los
            rechazaban o mataban, sin quererles tomar cosa alguna de sus despojos, ex-
            presando, eran de excomulgados impresión que ha hecho tanta fuerza en sus
            ánimos, que ha prevalecido a la innata propensión del soldado victorioso, re-
            conociéndose esta misma en las campañas de Urubamha, Huayllabamba y
            Calca. Acompañaron a nuestra gente los curas de Urcos y San Sebastián, con
            otros tres eclesiásticos más y me llena de gozo el elogio que éstos han mereci-
            do de las tropas, por haber sido los primeros en ponerse al peligro, esforzando
            con sus exhortaciones y ejemplo.— Con esta satisfacción, que ha sido la ma-
            yor de nuestras armas, tuviéramos mayores consuelos, si la orden cerrada del



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