Page 127 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
para salirles al paso y desbaratar las ideas del rebelde, retardaron nuestros je-
fes el auxilio con repetición pedido por los oficiales encargados de la custodia
del puesto y especialmente por Don Francisco Laysequilla, por cuyo defecto
estuvieron los nuestros en manifiesto riesgo de ceder a la fuerza; y a no ser el
artillero contrario, uno de nuestros prisioneros, llamado Don Juan Antonio
Figueroa, que con fidelidad a nuestras armas, dirigió los tiros con ardid a no
dañarnos, ciertamente hubieran logrado sus intentos, con mucha perdida de
los nuestros. Sin embargo la superioridad del puesto enemigo, ocasionó que
su fusilería y piedras de honda, hiciesen algún estrago, quedando sesenta y
tantos heridos, y algunos muertos. Siete horas duró este combate, con indeci-
sa suerte.— Fatigados se hallaban los nuestros, por una batalla de tanta dura-
ción, por no ministrarse el auxilio en tiempo que se pidió con instancia, por la
ventaja del contrario, en cuanto al sitio, hasta que poco antes de cerrar la no-
che, la Compañía del Comercio, fue destacada para sostener la acción, en tan
apretado lance, la que contribuyó mucho a la retirada de los enemigos, no
menos los indios de Chincheros y Anta, con sus fidelísimos caciques.— Mu-
cho hicieron los cholos aventureros del país, que intrépidamente se metieron
a rebatirlos con el uso de las hondas y algunos eclesiásticos y religiosos, que
enardecidos de la tibieza de los jefes, se olvidaron de su profesión para soco-
rrer con el fusil a los que veían en términos de ser rendidos. El público ha te-
nido que extrañar la poca atención que ha merecido a los que mandan este
circunstanciado combate, de que pendía o la derrota total del traidor Tupa
Amaro, que discurría por su campo, en traje disfrazado, o por lo menos darle
un golpe que lo escarmentara; lo primero, pudo haberse logrado sin mayor
dificultad, como lo testifican muchos de los que desertaron de su campo y
mantenía o forzados o en calidad de prisioneros.— Y cuando pensabamos que
al día siguiente continuase el ataque, tuvimos la novedad de que el rebelado
Tupa Amaro levantaba el cerco y se disponía a una precipitada fuga, que em-
prendió el día diez, por el mismo rumbo que trajo, con su familia y carruaje,
nos persuadimos le impelió a esta resolución, el refuerzo que nos vino de más
de ocho mil hombres de la Provincia de Paruro: era esta la mas oportuna oca-
sión de opugnarlo y prenderlo, batiéndolo por delante y por la espalda; pero
menospreciando el Comandante esta proporción dió orden para que la tropa
dicha de Paruro, que estaba al paso, entrase a la ciudad y con esto pudo el re-
belde seguir su marcha sin impedimento alguno. Para la citada deliberación,
no ha podido inducir el temor de aventurar nuestra tropa, por que el enemigo
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