Page 115 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            glíficos que dan idea de la inclusión que tiene la iglesia en esta guerra, tanto
            por la fe y moralidad, como por los derechos del soberano, que mira impres-
            cindibles de los suyos.— Este objeto tan agradable a Dios y al mundo, excitó
            copiosas lágrimas y ternura en el público, de modo que ni los militares que
            han servido en expediciones formales de la Europa dejaron de llorar, como
            todos, movido el corazón por unas impresiones tan santas, como insólitas a la
            vista ya he dicho en algunas de mis antecedentes a Vuestra Señoría Ilustrísima
            que la práctica ostentación que hacen los eclesiásticos de su amor al Rey, sin
            reserva de las propias comodidades y vida, es una de las anclas que afianzan la
            nave de este dominio, que se ha visto a riesgo de zozobrar y hallándome con-
            vencido de esta verdad, que apoyan otras pruebas sensibles a los que tenemos
            la cosa presente, no dejaré de empeñar todos mis esfuerzos en la continuación
            de un medio tan necesario como edificante, sin perdonar los demás condu-
            centes a la impetración del concurso de Dios fuera de la misión que felizmen-
            te se concluyó, tengo prevenida otra particular para los indios y mestizos en la
            lengua propia de ellos; ésta empezará hoy o mañana y por diligencia previa he
            instruido a los religiosos predicadores, sobre los puntos en que han de hablar,
            contrayéndose especialmente a que la fidelidad y subordinación al soberano
            les obliga por que son cristianos y que dejaran de serlo en cuanto les sea nece-
            sario este carácter para salvarse, siempre que sacudan el yugo de la obedien-
            cia. Si por lo tocante a lo espiritual, no se remedian los daños ocurrentes po-
            dré decir a esta ciudad: Hemos curado a Babilonia y no ha sanado, aunque no
            por esto la dejaré, ni la desampararé hasta consolarla en su ocaso con mis
            últimos alientos, si el cielo no se inclina benigno a nuestros votos.— Me he
            dilatado más de lo que pensé y de lo que permiten las angustias: del tiempo
            con el deseo de instruir a Vuestra Señoría Ilustrísima en los nuevos acaeci-
            mientos, considerando que Vuestra Señoría Ilustrísima es el punto de donde
            se han de tirar todas las líneas para reglar las operaciones conducentes al
            acierto.— Nuestro Señor guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años.
            Cuzco y diciembre veinte y dos de mil setecientos ochenta.— Es copia de la
            carta que escribió el Señor Obispo del Cuzco al Señor Visitador General, doy
            fe.— Don José Domingo de Frias, Secretario.—

                    (Al margen: Carta)
                    Ilustrísimo Señor.— Muy Señor mío: A la salida de Ica me entregó
            el Doctor Don Nicolás de Oré, Cura de Chalhuanca, las de Vuestra Señoría



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