Page 275 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. II
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
de municiones para la fusilería y para los cuatro pedreros y dos cañones, que
tiene esta ciudad, como algún socorro para el número de los soldados, que
habíamos tomado de alguna satisfacción, no parecía regular se ocurriese al
caudal, que tiene Su Majestad en estas cajas, y que siendo yo el primero, en
quien no se conocía mas caudal, que sueldo; daba orden a las cajas, para que
desde aquel día se tomase para los gastos de guerra. Esta proporción conmo-
vió a todos para seguir este modo de pensar: Unos ofrecieron costear los gas-
tos del día de su guardia y otros vestir su compañía. Con estas disposiciones y
otras, observé alguna tranquilidad y sociego en esta ciudad y de las espías, que
tenía puestas para percibir los turbadores que causaban estas inquietudes y
pretendían invertir y faltar a las órdenes del Rey, encontré a esfuerzos de mi
desvelo el ocho del presente mes una carta, que me dirige el Coronel Don Mi-
guel Torrejón, con la que puesta por cabeza de autos, promoví las diligencias
que me parecieron oportunas, para investigar el paradero de Ildefonso del
Castillo y con noticia, que tuve, de que se hallaba en un chorrillo nombrado
Paucarpata, jurisdicción de la Provincia de Quispicanche, no habiendo tenido
efecto la cautela y precaución, con que procedí para ver si lo podía traer a esta
ciudad, sin mandamiento judicial, me fue preciso librarlo, dándole la comi-
sión necesaria al Doctor Don Francisco Javier de Olleta, Abogado de esta Real
Audiencia y Regidor de este cabildo, Capitán de Infantería de una de las Com-
pañías, a fin de que pasase la noche del día trece del citado, en consorcio de
otro Capitán y varios sujetos, que nombré a dicho chorrillo y arrestasen al ci-
tado Castillo y lo trajesen a esta Real Cárcel. Se ejecutó el arresto, según las
disposiciones dadas, porque el comisionado supo manejar con celo y cautela
el negocio. El día subsecuente siguió como abogado en la confesión y de ella
se contrajeron los hechos en que intervino Castillo, seducido en su fraude por
un platero llamado Juan de Dios Vera, a mi ver cholo, para que buscase unión
y parcialidad, a formar alboroto y conspiración en este lugar.— De la prisión
de Vera resultaron otros complicados y sin perder tiempo, ni ocasión fueron
arrestados. De sus respectivas confesiones se perciben las circunstancias y la
más o menos culpa de cada uno de ellos. Nueve son los presos y tres los ausen-
tes. Nombré solicitador fiscal y puesta la acusación dí traslado para que por
medio de un defensor respondiesen, limitándo los términos ordinarios; y en
el de pruebas, que recibí con todos cargos, se han practicado informaciones
bajo de los interrogatorios presentados y aunque el defensor pidió nueva pro-
rrogación, se le ha denegado. Los ausentes se han llamado a edictos y prego-
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