Page 231 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. II
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    (Al margen: Otro)
                    El Teniente Coronel Don Mateo Francisco de Oricaín de esta plaza.
            Oída la propuesta del Señor Corregidor y lo que trataron los señores oficiales
            de la Junta, sigo el dictamen, que se haga la numerasión de todos los vecinos,
            estantes y habitantes, con sus armas, haciéndoles saber que en el espacio de
            tres días, se han de presentar para tomar la razón de ellos, por los oficiales que
            se nombraren. Y que estén advertidos que al tiro de dos cañones, se han de
            reunir a las casas de Cabildo, donde se mantiene la guarda del real haber y sala
            de armas.— Para la total razón del número de habitadores de esta ciudad, se
            mandará precisamente a los alcaldes de barrio entreguen listas y en virtud de
            ellas se resolverá el nombrar los capitanes de barrio como lo tengo demostra-
            do por un dictamen separado.— Para los gastos de pólvora, balas y paga de
            ayudantes (o una compañía) se deberá adbitrar que de los propios y rentas de
            la ciudad, se vayen pagando, interín Su Excelencia determina conforme a las
            resultas que ofreciere el tiempo. Cuzco y marzo veinte y siete de setecientos
            ochenta.— Mateo Francisco de Oricaín y Rivero.—

                    (Al margen: Otro)
                    En el presente Consejo de Guerra, en servicio de Su Majestad y bien de
            esta república, expone su parecer mediante este manifiesto.— Patente es a us-
            tedes la consternación en que nos hallamos y en la que esta ciudad se ve cons-
            tituída: no ignoran ustedes los rumores internos y las inquietudes sediciosas
            que nos perturban y que en la presente Junta está congregada a tomar de los
            pareceres el mejor, a fin de dar pronto remedio al inminente tumulto y resti-
            tuir la tranquilidad deseada, poniendo las precauciones necesarias y aquellas
            que la prudencia militar dictare, apartados siempre de las pasiones que suelen
            descaminar un acertado proyecto.— El único asilo que tenemos es el esfuerzo
            militar dirigido por un maduro consejo, este esfuerzo depende para su acierto
            del buen regimen y disposición ordenada, de los soldados, siendo los jefes que
            la componen, los que mueven esta máquina, según pide la necesidad y ocasión
            en un repentino avance, como el que se teme, debe estar desvelado el cuidado;
            el valor resuelto, las fuerzas unidas y uniformes las voluntades. Debe tenerse
            presente la honra de nuestro soberano, el amor de la patria y las obligaciones
            a que estarnos ligados por nuestra sagrada religión; en atención pues a estas
            recomendables circunstancias me ha parecido reunir las fuezas por medio de
            la división de la ciudad en sus dos regimientos.— Saben ustedes que las com-



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