Page 594 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            es preciso hacer justicia, confesando que procedió con maduro acuerdo en
            esta determinación.
                    Túpac Amaru es indudable que declaró de plano el principio de la Re-
            belión y sus autores; porque si no era preciso que, en observancia de la Ley,
            hubiera sido atormentado tres veces estando inconfeso, y lo mismo su mujer
            y secuaces convictos. Es así que sólo se dió una tortura al primero y ninguna
            a los otros; luego confesó, y si no se faltó al cumplimiento de la disposición le-
            gal, lo que no es creíble de la perspicacia del Señor Areche; de donde se infiere
            que era superfluo y aun arriesgado su envió a España.
                    También contribuyó mucho a la prontitud del castigo la notoriedad de
            que Túpac Amaru tenía en esta Ciudad partido; lo cual se hallaba comproba-
            do con el hecho público de que desde la prision, escribió con su sangre en un
            pedazo del forro del vestido algunas expresiones que lo indicaban claramente
            dirigidas a no sé qué sujeto de este vecindario. Para su dirección quiso valerse
            del centinela de vista que tenía, ofreciéndole un gran premio; pero éste parece
            que era fiel vasallo del Rey y delató sus intenciones inmediatamente al Señor
            Areche, según consta de autos, lo que persuade que era arriesgada la suspen-
            sión de la justicia.
                    Aún después de un tan serio castigo de los principales Rebeldes, con-
            tinuaban sus hostilidades, con más coraje, los indios de estas comarcas; y lo
            mismo en las provincias del Callao, el Diego y sus sobrinos. Para explicar su
            orgullo y animosidad, basta decir que vinieron varios pelotones de rebeldes,
            picando la retaguardia de nuestro ejército hasta la raya de Vilcanota, cuando se
            retiraba de Puno a esta Ciudad; y sin embargo de sus continuados, insufribles
            insultos de palabra y obra, jamás se pensó en perseguirlos ni atacarlos, antes
            se prohibió con pena de la vida el ofenderlos. De donde se infiere la falsedad
            con que se informó a nuestra Corte que, con la prisión de José Gabriel, habían
            calmado estas inquietudes; y que los demás cómplices se iban entregando a
            la clemencia del Gobierno, según se notició al público por la «Gaceta» de 9
            de Octubre de 1781; pues es constante, como va dicho, que con posterioridad
            a este suceso, fué mucho mayor la efusión de sangre y los insultos de los Re-
            beldes contra La Paz y Sorata; como también que después han permanecido
            interceptados los caminos sin poder transitarlos ni el correo, hasta el mes de
            Mayo de este año (1782).
                    Viendo, pues, el Gobierno que se frustraban los medios de fuerza con
            que se pensó conseguir la tranquilidad de estas Provincias, por defectos de



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