Page 599 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            su mesa los Señores Obispo e Inspector en lugar preeminente al Deán de esta
            Santa Iglesia? Pero aun todavía no es esto lo más notable, sino que a los pocos
            días de la rendición de Diego Túpac Amaru, hizo publicar un bando el Señor
            Inspector, en Sicuani, prohibiendo con pena de la vida, que nadie llamase trai-
            dor ni rebelde al Diego, sus sobrinos ni secuaces; con tanto rigor que porque
            un pobre arriero del ejército, habiendo encontrado una bestia que le habían
            robado, y acaso ignorante del bando, trató de tales a unos indios, a quienes
            atribuía la ocultación, se le puso inmediatamente en capilla y fué conducido
            hasta el pie de la horca, de donde se libertó por intercesión del Obispo y del
            mismo Túpac Amaru.
                    Igualmente  se  prohibió  poderles  demandar  ni  reconvenir  sobre  la
            restitución de cualquiera alhaja o efecto que conociesen en ellos los que ex-
            perimentaron sus robos; providencia tan inaudita y disconforme a todos los
            derechos, porque no hay en el nuestro cosa tan sabida como que los bienes cla-
            man siempre por sus dueños, donde quiera que estuvieren; y así, hasta ahora,
            ninguna persona se ha atrevido a pedirles nada sino Don Bernardo Lamadrid,
            un esclavo, que habiéndose hecho famoso entre los rebeldes, no ha querido
            volver a poder de su amo, y se lo ha comprado Túpac Amaru.
                    El día 3 de Agosto último entró en esta Ciudad el Señor Inspector con
            nuestro ejército de vuelta de la segunda expedición, y vinieron incorporados
            Diego y Mariano Túpac Amaru; tan orgulloso e insolente el primero, que exi-
            tó las iras de la mayor parte del vecindario. Adornáronse las calles y se puso
            sobre las armas cuanta tropa hubo aquí ese día; y aunque toda esta decoración
            se dirigía, ya se vé, al Comandante, la plebe se persuadiría, quizá, en obsequio
            de Túpac Amaru, viéndolo venir con un aspecto, muy libre, en un caballo bien
            enjaezado, con uniforme de Coronel y muy inmediato al Señor Inspector y al


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            55. Con mucha más razón se hubiera explicado el autor de la carta sobre el asunto, si la hubiera escrito poco después que parió un hijo
            la mujer de Túpac Amaru, sabiendo, como se sabe públicamente, que el día de su nacimiento se hizo una salva de 24 cañonazos en su
            obsequio (pues no había otro objeto) con la artillería del fuerte de Sicuani, con otras demostraciones festivas con que lo solemnizó el
            Corregidor Don Francisco de Salcedo. Que éste regaló a la parida, inmediatamente, un ajuar para el recién nacido, tan costoso que
            aseguran valdría más de setecientos pesos, segun la exquisita calidad de las especies que lo componían, y que no podría presentarse
            mejor para el hijo de un Virrey. Que el mismo Salcedo hizo demorar, cuidadosamente, su bautismo hasta el día 4 de Noviembre, para
            ponerle el nombre de Carlos y el suyo, como su padrino que fué; y así se verificó con mucha profusión y esplendidez. Que habiendo
            muerto, a los pocos días, el Túpac Amarito (después de haber manifestado el Corregidor los más extremosos sentimientos) dispuso
            que se enterrara en la iglesia de Sicuani, con la mayor decoración; para lo cual hizo la misma salva el fuerte con su artillería, y se puso
            sobre las armas la tropa que hay alli de guarnición, cubriendo la carrera por donde se dirigió el entierro. Y por último: que el citado
            Corregidor le tiene puesta diariamente guardia de honor al Diego a la puerta de la casa que ocupa en Sicuani. Pues todo esto tiene
            escandalizada, con razón, no sólo la provincia de Tinta, sino las inmediatas a ella, y toda esta Ciudad, motivando mucha murmuración
            contra Don Francisco de Salcedo con expresiones que yo no me atrevo a decir. [nota del autor]

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