Page 542 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                                                          La verdad desnuda
            no quiso el Visitador General conocer de la causa por no verse precisado a
            sonrojar al Obispo, declarándole falso calumniante, y a mí, inocente.
                    87.-Sírvase Vuestra Alteza mandar examinar con atención el citado
            documento N° 8, y particularmente la representación del Obispo que lo enca-
            beza. En ella se verá el espíritu de partido con que me capituló de mal hombre
            sin conocerme; de tumultuante del pueblo de Yauri, no habiendo pisado aquel
            terreno en mi vida, hasta después de sus alborotos; de desatento con él y con
            su comisionado Puente, suponiendo muy ofensivos a su autoridad los oficios
            que como Juez de la Provincia les pasé, cuyas copias comprobadas corren en
            el cuaderno N° 2 que pido a Vuestra Alteza las haga pasar por la más rígida
            censura. En fin, Señor, el tal escrito está concebido con tanta iracundia injus-
            ta, y falta de caridad, que habrá poco que crean fué producción de un obispo
            católico. Esta acusación se dirigió al Gobierno con fecha de 22 de Mayo, y la
            del Corregidor de Tinta contra el Prelado fué despachada en 11 de Julio. Yo
            inmediatamente agito mi vindicación en Lima, y aquí a presencia del acusa-
            dor, porque me era y es muy fácil la prueba de mi inocencia. Pero el Obispo
            como conoció por una parte la imposibilidad de sincerarme de los hechos pú-
            blicos en que fundaba su delación Arriaga; y por otra que éste no se había de
            excusar ni a afianzar de calumnia con todo su caudal, ni a seguir la causa hasta
            el último trance, siguiendo las detestables máximas de Maquiavelo, tramó la
            traición contra su vida.
                    88.-El motivo que puede tener vuestro Visitador General para negar-
            me audiencia al mismo tiempo que la concede a todos, es en mi concepto éste.
            Yo fuí el conductor de la acusación del Corregidor de Tinta contra el Reveren-
            do Obispo como se ha referido. Yo fuí quien la puso en sus manos, y en las de
            vuestro Virrey. Y fui también quien les pintó a ambos, con realidad, el carácter
            de este Prelado y del Corregidor; a fin de que se librasen algunas providen-
            cias preventivas, a lo menos, para impedir la ruina de estas Provincias que se
            anunciaba tan inmediata por Arriaga. No expidieron ninguna; y como por
            esta omisión se ha visto cumplido el vaticinio que yo les conduje, tan opor-
            tunamente, no es regular me miren con agrado, siquiera por librarse de los
            remordimientos de la conciencia, que al verme les ofrecerá instantáneamente
            esta reflexión: Ved aquí el que os avisó en tiempo las traiciones del Cuzco con-
            tra vuestro Monarca. El que os informó a viva voz el modo de pensar de aquel
            Obispo infidente y sus secuaces. Y el que os dijo con verdad quien era Don
            Antonio de Arriaga. Lo despreciasteis todo por contemplación u otros fines



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