Page 546 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
La verdad desnuda
desenfrenado en este Estado Santo? ¿Cómo era posible que aquella hermosa
virtud de la castidad que demanda el sacerdocio para ejercitar, con la mayor
pureza, los ministerios del Altar, estuviese tan desconocida, que casi la mayor
parte viven en el más perfecto maridaje con sus concubinas, sirviendo de per-
judicial ejemplo su prole en los Pueblos? ¿Cómo era posible que la separación
de contratos y granjerías tan estrechamente encargada por los sagrados Cá-
nones y Concilios a los clérigos y regulares, estuviese tan abandonada en las
Américas; pues los vemos que no contentos con las excesivas, ilícitas ganan-
cias que les rinden los altares, son unos comerciantes públicos de efectos de la
tierra y de géneros de primera necesidad, en que es más peligrosa que en otros
la usura, y el agravio del prójimo? ¿Cómo era posible que negaran con tanto
arrojo el vasallaje debido a nuestro amable Soberano? Y por último, ¿cómo
era posible que a vista de los temores de los mayores santos a el sacerdocio (de
cuya dignidad nunca se constituyeron dignos), se prestase con tanta facilidad
el Orden Sacro en estos Reinos a unos hombres indignos por su origen inme-
diato al gentilismo, indignos por su ignorancia crasa; y todavía mucho más
indignos por sus perversas costumbres y conducta detestable?
93.-Este abuso es perjudicialísimo al Estado; porque según el modo
de pensar de estos patriotas, comprobadamente apuntado, renuncian y se
apartan del vasallaje de vuestra Real Persona, a la hora que se hacen eclesiásti-
cos. Pero todavía es mucho más pernicioso a la sociedad el que se experimenta
en la provisión de curatos; porque, hablando con generalidad, son raros los
que se adjudican por mérito. Regularmente son los árbitros el empeño, o el
interés; y por eso se hallan tan poco civilizados y cristianos los indios. El mi-
nisterio parroquial demanda la mayor inocencia de costumbres, mucha ins-
trucción y una grande prudencia. Se confía por lo común en estas provincias
(mayormente después que se separaron los religiosos de las Doctrinas) a unos
clérigos bisoños e inexpertos, que no proponen otro objeto que hacerse ricos
en poco tiempo, y en lo que menos piensan es en abandonar los vicios. No hay
cosa tan dañosa a los hombres como el mal ejemplo, y el de los eclesiásticos es
mucho peor; porque siendo, como son, las tablas vivas de la Ley Evangélica, y
los maestros de ella, para reglar la vida cristiana de los seculares, es menester
que la enseñen con la práctica más que con la voz; porque sino: ¿qué importa
que predique continencia un Cura que está escandalosamente amancebado
como muchos del Perú? Diranle los feligreses, pues si es tan abominable la
fornicación ¿por qué no dejas tu amiga, libertándonos de la pensión de
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