Page 419 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            Carlos III, que Dios guarde, o poseedor soberano de su real trono .No hay más
            que decir, porque no hay más que ser.
                    Pues, tenga Vuestra Señoría Ilustrísima las mayores glorias de vence-
            dor y aventajado; llévese las palmas y laureles de dichoso entre tantos com-
            batientes peruanos; pues supo, con mejor arte y lindo ingenio, bregar amante
            y fiel con los mayores rebelados, hasta sujetarlos llorosos y rendidos al suave
            y amoroso yugo del Rey de España; que sabe, a mano llena, retornar los me-
            recimientos, como lo publica el tiempo y tantos leales premiados en ambos
            virreinatos de Lima y Buenos Aires.
                    En esta ocasión ha quedado Cupido, combatiente tan afamado, arras-
            trado por los suelos, por desairado a vista de las grandezas y mejores bríos de
            Vuestra Señoría Ilustrísima. De él dicen sus historiadores, que para contrastar
            un corazón enconado, se le presentó muy bien armado; disparó sus flechas,
            cuantas tuvo; fenecidas éstas, tiróle con su aljaba, la arrojó con el arco; y como
            no pudo conseguir victoria, se le echó a sus pies muy rendido, por ver si con
            estas demostraciones le convencía; mas como el tirano llevaba en tema triun-
            far de él, cantó victoria de ingrato.
                    Arrojó Vuestra Señoría Ilustrísima, cual otro Cupido sus amorosas
            flechas evangélicas, y como éstas saben rendir los corazones más duros, por
            su virtud divina, como lo vaticinó Jeremías, a dos vaivenes dió en tierra el
            ingrato de postrado. Es el caso que aquél como ciego es, ciegamente arrojó al
            que ciego vivió, para hacerlo más ciego con su encono; y como un ciego a otro
            ciego no puede guiar, claro está que entre ambos han de dar de ojos con el
            despeño, o desprecio. Mas Vuestra Señoría Ilustrísima las arrojó con luces de
            la antorcha evangélica, prudencia, sagacidad y amor; y ser éstos los valerosos
            combatientes, al punto dieron con los Rebeldes en conocimiento, y éste con el
            rendimiento. Omnia vincit amor.
                    Ahora, sí, con más razón que nunca, guiado de otra docta pluma anto-
            niana, podré decir, sin hipérbole ni lisonja, sin énfasis ni sofismas, que las ma-
            nos sagradas de Vuestra Señoría Ilustrísima están hechas a torno, con sortijas
            de oro y llenas de jacintos: manus eius tornatiles aureo plene iacintis; porque
                                                                             220
            esas sagradas manos lucen las regias piedades de nuestro Monarca y Señor; y
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            220. Canto 5-14. [nota del autor]





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