Page 424 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            y ha dicho el giro, inclinación y brío que cada nacional encierra en su pecho;
            porque ha sido un crisol el más sobresaliente, una piedra de toque la más bri-
            llante que pudo encontrar la Naturaleza; pues al primer reencuentro de la ven-
            tura, ha publicado a voces la ley de su esfera; con éste se han visto los grados de
            heroicidad, valor, arrojo, bizarría y demás dones naturales que, como esmaltes
            esclarecidos, realzan y hermosean las personas; pues como son preseas de la
            fortuna, pasamanos son de inciensos leales y nobles que las adornan.
                    Ley era entre los romanos de que ninguno pudiese eternizar su memo-
            ria, con suntuosos edificios ni afamados palacios, sin primero haber servido a
            la patria con grandes obsequios; y los que carecían de este servicio, fabricaban
            sus sepulcros en el campo, por pena que impuso Adriano. Tampoco les era
            permitido hacer la celebridad del triunfo, cuando se restituían a Roma, sin
            que también hubiesen de antemano vencido, en una batalla, cinco mil com-
            batientes enemigos. Con igual gloria debieron conseguir esta victoria los Au-
            relianos, los Marco Antonios, los Césares y los Pompeyos, pues merecieron
            entrar triunfantes a su Patria, haciendo tirar los carros con ciervo, leones y
            elefantes. Usaron de estos animales los referidos príncipes. no sólo por hacer
            ostentación de su grandeza, sino aún para significar en las propiedades de los
            brutos, los medios de que se valieron para conseguir las victorias. Se sirvió de
            los ciervos Aureliano, para dar a entender cuanto importó en la campaña la
            diligencia; llevó Marco Antonio los leones, para demostrar que debió a la for-
            taleza la victoria; y llevaron elefantes los otros, para significar que vencieron
            con la sagacidad a los enemigos.
                    Con estos soberanos triunfos se vió Roma, en un tiempo, princesa y
            reina de todo el Orbe; y según refieren las historias humanas y divinas, para
            tener esfuerzo contra los enemigos, y mantener paz con las Potencias, era pre-
            ciso hacer alianza con Roma; con estos lauros, con estos pactos, exaltaban
            a cual mejor sus hijos, por labrar la corona de sus merecimientos. En igual
            competencia con los romanos, con la mayor generosidad, valor y bizarría, han
            girado en esta palestra los nobles, ilustres y leales peruanos: los señores Don
            Joaquín de Orellana, Don Juan de Villalta, Don Francisco Laesequilla, y el
            Señor Presidente Don Ignacio de Flores, en servicio de la Patria y, en ella, de
            Dios y del Rey. Han tenido sus señorías buen certamen para ser victoriosos,
            han consumido con el mayor donaire la gloriosa carrera de su contienda, gi-
            rando fieles en todo y para todo; cuyo buen resorte ha acarreado el que de la
            Real Clemencia, reciba la Ciudad (del Cuzco) los agradecimientos, dándose



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