Page 413 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            dar tantos besamanos. ¡Oh! y ¿cómo seria el gozo que se celebró en el día del
            perdón con tantísimos pecadores convertidos? No cabe imaginación; porque
            no cabe en la imaginación tanto concepto. El glorioso Arcáncel San Miguel
            ¿cómo arrastraría, y con preseas soberanas, a los nueve coros de ángeles, para
            que presentados ante Dios, a voz de tanta salva real, echasen a pesar de Lucifer
            un quis sicut Deus? Oh! y qué parabienes recibiría María Santísima, la protec-
            tora y abogada de los pecadores, si los diez mil hombres en la tierra, con el
            ¡Viva el Rey! ¡Viva el Señor Don Carlos III, viva¡ al compás y armonía de ca-
            ñones y tanta fusilería (que) resonaron hasta los cielos? Aquellos peritísimos
            militares de todo el Empirio glorioso, que salva real harían al Todo Poderoso,
            con el trisagio divino de Santus, Santus, Santus?
                    ¿Qué de mercedes, qué de favores redundarían en beneficio de los
            mortales, y qué de bendiciones le esperan a Vuestra Señoría Ilustrísima para la
            hora de su muerte?... Trabaje el discurso imagine la meditación. ¡Bendita sea
            la hora en que Dios creó a Vuestra Señoría Ilustrísima; dichosa la madre quien
            le concibió, y felices los pechos que le sustentaron! Beatus venter qui te portavit
            et ubera que surxisti. Más no puedo decir; porque no puedo decir más.
                    Los Albanos, por costumbre asentada en su patria, enterraban a sus
            muertos con las más delicadas preseas de sus riquezas; era delito entre ellos el
            acordarse más de los muertos, por ley que había para ello. Corra la ley entre
            ellos, que es tal vez o por sumamente ingratos a los suyos, o porque abundan
            en mayores riquezas, hicieron delito su memoria; aunque fuera el mayor deli-
            to ¿cómo era posible olvidarnos de las grandezas de este día, cuyos júbilos ex-
            cedían a las más, exquisitas preseas? Los expatriados que sin consuelo gemían
            por los suyos, y lo poco que esperaban  ¿cómo habían de hacer delito a la
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            memoria? Los Albaneses olvidarían a los muertos como a muertos, que tam-
            poco hay ley para olvidarlos. Pero éstos que ignoraban el estado de los suyos,
            de si estaban vivos o muertos ¿cómo pudieron olvidarse? Antes el deseo con
            las ansias, acicalarían sus corazones a juntarse con los vivientes. Muchísimas
            personas, de ilustre cuna y comodidades, pordiosaban, y con su muda lengua
            de adoraciones, explicaban su duro padecer en diferente clima. ¿Cuántos que
            no tenían más auxilio que la labor de sus campos u otras industrias caseras,
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            206. Muchos salían de sus casas sin más vestidos que lo que cuotidianamente usaban, y con el susto se salian así desnudos. Los indios
            entraban a matar a las tres o cuatro de la mañana, en el mejor sueño; considere cualquiera cómo los hallarian, cómo moririan; y si
            acaso escapaban los unos, mientras que mataban a otros, cómo se escaparian a los cerros a esconderse. Y para que ninguno escape,
            los cercaban primero alrededor de todo el pueblo. Había doce o trece días, que metidos en una cueva, los pasaban sin beber ni ver Sol,
            sólo así comiendo yerbas. [nota del autor]

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