Page 412 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Estado del Perú
Estos son, Ilustrísimo Señor, aquellas inestimables alhajas, que vién-
dolas perdidas, con una luz en las manos, buscaba muy solícita aquella mujer
misteriosa. La Iglesia Militante y el Divino Mercader, por rescatarlas, ven-
dió todo cuanto tuvo, y las compró de nuevo, a fin de no perderlas otra vez.
Estos son, Ilustrísimo Señor, aquel o aquellos infelices hijos pródigos
que, por vivir a sus anchuras, desertaron del paternal abrigo de Jesucristo; y
viéndose ya oprimidos de la indecible hambre de su salvación, han vuelto llo-
rosos y confiados con él: pecavi in celum et coram te fac me sicut unum de mer-
cenariis; a que Vuestra Señoría Ilustrísima correspondió caritativo, haciendo
que se les vuelva a dar el anillo y la estola primera, que con su iniquidad ha-
bían perdido.
Estos son, Ilustrísimo Señor, aquellos rebeldes que, a usanza antigua,
después de pasar el insufrible acíbar en los templos de la vergüenza y confu-
sión, en el campo de Sicuani, después de haber confesado y llorado sus culpas,
pedido perdón, y en señal de él, lavándose las manos en el templo de la hu-
mildad, se han presentado en la República postrados, y han besado los pies a
la sacra imagen de la piedad, o efigie del Señor Don Carlos III, acogídose de
su real bandera, y leído en la fimbria de su poderoso escudo de oro, aquellos
galantes caracteres: R. T. P., que interpretados suenan así: Restituit Te Populus;
Remituntur Tibi Pecata tua; Rex Tibi Parcet, a cuya restitución y en señal de
reconciliación, los demás conciudadanos acompañaron con los vítores: ¡Viva
el Rey! ¡Viva el Señor Don Carlos III, viva!
Estos son finalmente, Ilustrísimo Señor, aquella cosaria y rebelde lie-
brecilla, de quien dice Picinelo en «Teatro Mundi», que viéndose acosada por
todas partes de las valerosas tropas de jabalíes, elefantes, leopardos, osos, mas-
tines, dragones y otros animales guerreros, que por superior orden del león,
supremo monarca de los animales, la combatían; y ella no pudiendo como
evadirse de sus iras, vuelta en sí, y reconociendo la nobleza y generosidad del
león que, airado por sus hechos, desconcertado la perseguía, se ha acogido por
mejor del sagrado del mismo león, no ya africano sino español, queriendo ser
más bien presa real que espolio de cualquier columna; y con esta su humilde y
reconocida acción ha hallado mejor amparo, bajo de su poderosa protección y
grandeza.
Si por un pecador convertido, como advierte el sagrado texto, es tanto
el jubilo, la asamblea en los cielos, en cuyos festines aún los espíritus sobe-
ranos, en carrozas triunfales de alegría, se parten a la Trinidad Suprema a
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