Page 82 - José de la Riva Aguero - Vol-1
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Volumen 1
Documentos varios
¡Que impostura tan grosera! Que digan también qual era el rancho que pagué
en ese pueblo de los chorrillos, quien el dueño que me lo arrendó, y quanta la
cantidad que pagué por él? Que digan igualmente con quienes he tratado yo
jamas acerca de Blanco Cicerón, San Martin, ni ningún otro de los caudillos
enemigos? Que digan mas, si alguno me vió alguna vez andar juntos, visitar,
ó tener la menor relacion con Blanco, en el tiempo que estubo en esa ciudad
sirviendo en la Marina Real?
Si nada de esto se puede imputar, ¿como pues se me trata de hacer-
me intimo con este enemigo de mi pais, de mi familia y de mis intereses? Si
hallándome en mi casa enfermo, como lo probaré hasta la evidencia desde
mucho tiempo antes que apareciesen los enemigos en el Callao y estas costas,
esto es dos años antes, se asienta que tenia yo casa en los chorrillos, y que alli
concurría Blanco ciceron, ¿que de embustes no son capaces de formar contra
mi, ahora que estoi distante de esa capital? Si á la sombra de que no se quien
de los enemigos que escrivió á innumerables personas de los mas distingui-
dos de esa ciudad, y que por cumplir la superior orden de Vuestra Excelencia
de 14 de Junio del presente año me alejé de mi casa, se me ha tomado por
instrumento los asesinos para librarse los asesinos y ladrones de pagar sus
delitos; ¿que estraño será que el dia que gusten, digan también que yo era uno
de los de su quadrilla de ladrones? ¿Vuestra Excelencia ni ninguna persona,
podria persuadirlo? Ah! Lo mismo seria esta impostura que la que me han
aplicado. En una palabra, si los ladrones no han calumniado al Señor Marques
de Monte-Mira y demas á quien se dice que escrivieron los enemigos, es por
que Vuestra Excelencia no los mando como á mi fuera de la ciudad. Entonces
seguramente habria complicado á una porcion de personajes tan inocentes
como yo.
Seré delincuente por que saben los enemigos mi nombre? ¡Ah! Que de
victimas hubiera habido en España, si el gobierno hubiese considerado delin-
cuentes á aquellos á quienes los Franceses les dirijieron cartas, y aun acusaban
recivo á los que jamas les habian escrito. ¡ Nombre respetable del Excelentisi-
mo Señor Capitan General Castaños, ilustre defensor de la causa del Rey, tu
no te libraste de igual esceso al que á mi me aflixe! ¡Ignoran los jueces, que si
estas imposturas tubiesen lugar en los Tribunales, no habria persona que no
tubiera su vida y honor sacrificado al arvitrio de qualquiera vil impostor, y que
los Majistrados, que deben servir de escudo a la inocencia, no se emplearían
sino en apoyo de los malvados!
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